29 de junio de 2007

Éxitos y retos de la economía china

Es indiscutible que el país sigue contando con una serie de problemas serios que pueden hacer cuestionar el éxito y la perpetuidad de la economía china.

Gracias al enorme crecimiento económico, los índices de pobreza se han reducido considerablemente; no obstante, son muchas las dificultades para continuar reduciéndola, teniendo en cuenta la gran masa de población y las desigualdades dentro de la misma. Así pues, tenemos que las desigualdades entre campo y ciudad siguen creciendo, lo que provoca grandes éxodos rurales hacia las zonas más urbanas. Los recién llegados no cuentan ni con trabajo ni con vivienda, con lo deben afrontar situaciones bastante dramáticas. De la misma manera, también existen grandes diferencias entre las distintas regiones del país, puesto que no todas están preparadas para una apertura comercial ni todas son susceptibles de ser objeto de inversiones extranjeras, ya que gran parte de las zonas altas, las del interior o las desérticas no son aptas para la producción agrícola.

Por supuesto, el gobierno es plenamente consciente del problema de la pobreza y la desigualdad, tal y como lo demuestran las medidas que está tomando para que el problema no se agrave. Mediante la reducción de los impuestos en el campo y el aumento de las prestaciones sociales y de ayudas para mejorar la producción, así como de fomentar los cultivos de mayor valor añadido, la aplicación de la tecnología o la concesión de pequeños préstamos, se intenta combatir la pobreza en el medio rural, mientras que para afrontar la pobreza urbana se ha recurrido a la promoción de empleos privados, a la aplicación de programas de inserción en el mundo laboral urbano y a la prestación de ayudas económicas para los desempleados. El gobierno chino sabe que muchos de los préstamos y de las ayudas no podrán ser afrontadas por los beneficiarios, pero aún así cree que es necesario llevar a cabo estas medidas para intentar reducir la pobreza.
Por otro lado, como consecuencia de la fuerte industrialización y urbanización que está viviendo China, se han desatado una serie de problemas medioambientales, tales como la pérdida de la biodiversidad (con los graves problemas económicos que acarrea), la contaminación tanto del aire, como de las aguas y de la tierra (lo que las convierte en poco cultivables) y el enorme consumo energético y las graves consecuencias ecológicas como el agotamiento de los recursos. El gobierno chino debe afrontar los serios problemas medioambientales que ha generado, mediante los planes de reducción de la contaminación ambiental y de emisión de gases por la combustión de carbón, de búsqueda de alternativas para el consumo de petróleo y de desarrollo de fuentes de energías renovables, como intentan conseguir con la utilización de la Presa de las Tres Gargantas. Sin embargo, el gobierno chino, conocedor del bien con el que cuenta (agua), ha fomentado la construcción de canales hídricos y de enormes presas con el fin de llevar a cabo una política de control del agua, que en un principio parece ser muy beneficiosa para el país, muy a pesar de la fuerte polémica que ha suscitado. Bajo el pretexto de domar las aguas de unos ríos cuya potencia no permiten un uso directo de sus aguas, el gobierno ha impuesto su ley y, me temo que, pensando más en sus propios intereses que no en el fin mismo de la construcción de estas monumentales obras. Y es que el “gigante asiático” una vez más ha de hacer alarde de su fuerza (tanto a nivel nacional como internacional) y que mejor manera que llevar a cabo la construcción una presa majestuosa, que sin duda muestra al mundo el enorme capital, el desarrollo tecnológico y la cantidad de trabajadores cualificados con los cuenta, en definitiva, su enorme potencial. Poco importan al gobierno las críticas por la expropiación de más de un millón de personas, las vidas que se ha cobrado la obra, la amenaza de miles de metros cúbicos de aguas residuales que se van a generar o las consecuencias que puede tener el frenar las inundaciones en determinadas zonas del país. Por esta misma razón, considero que es discutible la manera en que se llevan a cabo las medidas para hacer frente a las debilidades del país. Si bien es muy complicado frenar esta serie de problemas cuando un país se está industrializando a la manera de China (y por ello recibe la cooperación de los países desarrollados), hay algunos aspectos que parecen no estar siendo tratados con la atención que precisan. Me refiero a la falta de esfuerzos por tratar las aguas residuales, que podrían ser reutilizadas en otros usos, o a los pocos logros en el ahorro energético. Concretamente, acerca de este último punto me gustaría matizar que los intereses del gobierno chino sobre la falta de recursos energéticos están desencadenando serios conflictos en el Mar de China por la disputa de la posesión de los yacimientos petrolíferos y de gas. China, con su afán de constatar que es la potencia más peligrosa de Asia Oriental, quiere hacerse con el control de todos los yacimientos del sudeste asiático, entrando en conflicto con todos los países de la ASEAN (incluido Japón). Los problemas medioambientales, así como los problemas energéticos suponen un gran desafío no sólo para China, sino que también para el resto de países, ya que son una amenaza a nivel mundial. Por ejemplo, problemas como la lluvia ácida, la emisión de gases o el excesivo consumo de petróleo y de otros recursos, son problemas que afectan directamente a todo el planeta, ya sea por el deterioro medioambiental general que provocan o por sus repercusiones económicas (calentamiento del planeta, agotamiento de los recursos energéticos mundiales, alza de los precios de los recursos energéticos...).

Hay otros problemas que China necesita solventar para poder seguir prosperando económicamente y sobre los cuales el gobierno ya está trabajando. Encontramos, por ejemplo, la fragilidad del sector bancario. Los bancos son cada vez menos potentes, pues se han visto obligados a conceder préstamos de dudoso cobro a empresas que posiblemente no dispongan de recursos para devolverlos, lo cual puede generar un grave crisis financiera, como nos anuncia Pablo Bustelo en su análisis de la situación económica actual de China, debido a la imposibilidad de los bancos estatales de hacer frente a la competencia de los bancos extranjeros. Asimismo, hay que cubrir la enorme deuda pública generada por la cobertura de los préstamos no cobrados o de los servicios sociales (pensiones, ayudas económicas, protección medioambiental...), misión que recae directamente sobre el sistema financiero del Estado.

Se puede decir que China podría estar sufriendo un sobre-calentamiento de su economía, y es que las inversiones del país están financiadas mediante créditos que podrían no ser rentabilizados, llevando a generar una gran deflación, a una especulación en el sistema inmobiliario, un incremento en las exportaciones y una mayor entrada de capital extranjero. A pesar de los esfuerzos del gobierno para evitar que estos fenómenos lleguen a ratios no controlables (restricciones de créditos bancarios en el sector inmobiliario, prohibición de ciertas empresas a emitir bonos o acciones...), se teme que no sean suficientes. Como bien apuntaba Montserrat Sánchez, es posible que el gobierno chino se encuentre ante el problema de la vital importancia de sus exportaciones, que generan gran parte de las ganancias del país, pero de las cuales dependen para continuar creciendo económicamente, con los riesgos que esto supone (si hay cese de las exportaciones, el país pierde su mayor fuente de ingresos).