15 de septiembre de 2007

Interpretación de imágenes

Los seres humanos disponemos de la prodigiosa capacidad del lenguaje como medio para comunicarnos. A través del lenguaje somos capaces de entablar relaciones, de informar, de transmitir, de compartir, de abstraer y también de conceptualizar. No obstante, el lenguaje carece de sentido por sí sólo, si no va acompañado por un contexto cultural y social que permita a los hablantes la correcta comprensión de todo lo que se está transmitiendo, puesto que la lengua actúa como reflejo de una cultura, de una sociedad[1]. Sin embargo, el lenguaje no es el único medio de comunicación existente y posible capaz de manifestar un concepto. Un objeto cualquiera se puede convertir en un medio para comprender una determinada experiencia o para penetrar en una realidad que vamos a poder captar en menor o mayor medida hasta llegar a convertirse en una realidad accesible.

Gracias a este fenómeno, podemos acercarnos a otras culturas de una manera muy directa; sería posible conseguir unos conocimientos sobre determinados aspectos muy similares a los que nos podría proporcionar el conocimiento profundo de una lengua. Como hemos visto anteriormente, una lengua y todos los elementos que la componen tienen la capacidad de transmitir cultura, pero quizá sea en este sentido en que surgió la expresión “una imagen vale más que mil palabras”. Obviamente, el grado de comprensión de todo lo que un objeto es capaz de transmitir dependerá del nivel de conocimiento del observador, ya que como afirman Hodge & Louie habrá “...readers who feel knowledgeable, included in an elite, and others who feel excluded, ignorant”[2], generando diferentes lecturas. A pesar de ello, ese objeto generará una lectura y, por consiguiente, un acercamiento al contexto cultural y social al que pertenece, aportando una información adicional a la que aparentemente nos muestra. Para ilustrar esta afirmación tomemos como ejemplo una fotografía tomada en una calle cualquiera de la ciudad de Pequín:





Un primer vistazo a esta fotografía podría revelar que se trata de una situación cotidiana en la que unos ciudadanos chinos realizan sus tareas diarias. Veamos en qué medida cambia la interpretación de esta fotografía. Un espectador con total desconocimiento de la cultura china, captará una serie de mensajes automáticos que le transportarán a la realidad social china, a pesar de su absoluto desconocimiento de la misma. Este observador fijará su atención, probablemente de inmediato, en tres aspectos muy llamativos en la fotografía: la cantidad de carteles escritos en chino, las numerosas bicicletas estacionadas en la acera y la basura acumulada en el suelo. Sólo con fijarse en estos tres elementos, nuestro hipotético sujeto se estaría forjando una imagen social de la realidad china y estaría conformando el principio de una idea más o menos real de esta sociedad: en todos los edificios chinos hay rótulos, los chinos se desplazan en bicicleta y no tienen conciencia de la limpieza urbana. Ésta, por más que resulte genérica y superficial, no deja de ser una percepción cercana a la realidad del país, a la que se ha llegado sin tener sin haber tenido que leer ningún libro o aprender la lengua china que también podría haberle acercado al mismo punto; lo ha conseguido leyendo -en su sentido metafórico- una fotografía que aparentemente no mostraba más que una situación cotidiana.



¿Qué sucede con un observador más experimentado? Indiscutiblemente, el espectador con unos conocimientos más profundos sobre la cultura china, captará una serie de elementos presentes en la fotografía que son igualmente ilustrativos del modus vivendi de los chinos, pero en cualquier caso, también destacaría los tres elementos percibidos por el anterior sujeto, si bien con unos matices diferentes. Cierto es que si por algo destaca la arquitectura urbana actual en China es por la presencia masiva de rótulos, pero hay que tener muy presente que todos ellos tienen la misión de aportar una información determinada y que no son un puro elemento decorativo. La cantidad extremada de rótulos, a veces superpuestos o pegados los unos sobre los otros (como en la fotografía) es una muestra de la importancia de los establecimientos chinos. Las ciudades china están atestadas de ciudadanos que requieren cubrir toda una serie de necesidades básicas (alimentarias, domésticas y personales). Para ello están los numerosísimos establecimientos, los unos al lado de los otros, los cuales deben publicitar sus productos de la manera más visual posible, no sólo para informar a los posibles consumidores, sino que también para luchar contra la feroz competencia. Asimismo, en la gran mayoría de estos rótulos predomina el color rojo (en las letras o en el fondo) -color de la buena suerte según el simbolismo chino- y quizá esto no sea casual. En un país de grandes supersticiones, este hecho puede aportar una información suplementaria en cuanto a la buena fortuna que augura al comercio el hecho de tener un rótulo decorado en rojo. Respecto a las bicicletas, al observador inexperto seguramente le habría llamado la atención el número considerable de éstas en una proporción de espacio tan pequeño, pero es que sin duda éste es un factor muy destacable en la sociedad china: las ciudades abarrotadas de gente, la falta de espacio, el precio del combustible y del mantenimiento de los coches y de sus impuestos de matriculación, la altísima contaminación de las ciudades, la herencia de la tradición rural y el nivel adquisitivo de la clase media china, son las principales causas que pueden desprenderse, al mirar esta fotografía, sobre los posibles motivos de que prácticamente cada ciudadano chino posea esta medio de transporte. En cuanto a la suciedad, China no está precisamente considerada como un país destacable por su higiene y, al igual que sucedía con los dos elementos anteriores, esto también se refleja en la fotografía propuesta. En una pequeña porción de acera, se acumula una cantidad considerable de basura. Ésta es una realidad en la sociedad china, en la que existen costumbres poco higiénicas como el arrojar basura o escupir en el suelo, fruto de una carencia de normas de urbanidad y de civismo, que hasta la fecha (y con motivo de los Juegos Olímpicos) el gobierno del país no se ha preocupado en solventar.

Por lo tanto, una vez analizados los tres elementos más destacables de la foto, podemos ver no sólo cómo ambos espectadores resaltarían los mismos elementos, sino que además estos elementos se acercan mucho a la realidad social china y consecuentemente aportan una información bastante precisa de la China actual. Pero avanzando más sobre esta línea, veamos qué más información complementaria puede ofrecernos esta foto. En primer lugar, es importante destacar la gran cantidad de aparatos de aire acondicionado que suspenden de las fachadas de los edificios. El observador, por mucho que desconozca el clima que caracteriza a esta ciudad, debe presuponer que los veranos son tan extremadamente calurosos que todas las viviendas poseen una máquina de aire acondicionado para poder soportarlos. En segundo lugar, sólo con observar las ropas de las personas que aparecen en la foto, podemos deducir dos valoraciones: por un lado, la ropa utilizada por todos es sencilla, lo que denota que el nivel adquisitivo de la población es medio-bajo; por el otro, la poca combinación de las prendas por algunos de ellos, pueden hacer pensar en que no existe una preocupación extrema por la estética. Si observamos igualmente el aspecto de todas estas personas, vemos claramente que todos sin excepción son muy delgados, especialmente las mujeres, con lo que podemos concluir que la mayoría de la población china es muy delgada. Incluso podemos especular sobre las posibles causas (comen poco, comen sano, genética, practican mucho ejercicio -al ir en bicicleta-, etc.), aunque es posible que simplemente sea una cuestión de mentalidad, heredada del pensamiento de la escuela confuciana de filosofía idealista en la cual la mujer se encontraba bajo la influencia del hombre y como muestra de esta debilidad el ideal de belleza femenina impuesto era el de delgadez. En tercer lugar, cabría mencionar que la fotografía evidencia de forma clara la dicotomía “tradición-modernidad” que se está viviendo en toda China: los farolillos rojos de la derecha -símbolo de tradición popular y festiva en China desde épocas muy remotas- comparten escenario con el enorme cartel del “cibercafé” [网吧] -símbolo absoluto de progreso tecnológico y de modernidad-; asimismo, el automóvil denota la una manifestación de la elevación del nivel de vida del pueblo chino, frente a las bicicletas ya comentadas. Finalmente, señalaríamos también que la presencia de un militar en este escenario recuerda el sistema político en el que está inmerso el país.

Toda esta información ha sido proporcionada por una sola fotografía y de ahí brota la importancia del análisis de la misma, por el alto valor comunicativo que tiene. No cabe duda de que, independientemente del nivel de conocimiento del observador, todo elemento aporta significado sobre la cultura a la cual pertenece y gracias a su contemplación podemos perfilar una idea muy certera sobre su sociedad, más allá de las barreras lingüísticas o de la ignorancia. Se trata de una fuente de información más accesible e inmediata que las propias lenguas o los libros escritos. El observador se beneficia de esta aproximación a una realidad de acontecimientos lejanos. Es una comunicación a través de símbolos y signos que basa su atención en elementos visuales para proporcionar una respuesta que transmite ideas e impresiones. Los datos que nos facilitan estos objetos evocan escenas directas sobre un panorama más amplio, pero real, al igual que el que pueden ofrecer las lenguas y, por lo tanto, podemos entender que tanto las lenguas como los objetos culturales de un país son “documentos” que actúan como un elemento fundamental de una colectividad para la comprensión de su sociedad.



[1] MARTÍNEZ ROBLES, D. Llengua i societat, Módul 5, Barcelona, FUOC., 2006, p.5
[2] Hodge, Bob and Louie, Kam. The Politics of Chinese Language and Culture. The Art of Reading Dragons. London and New York: Routledge, 1998, p.8.