A medida que avanzaba la lectura del Lun Yu me percaté de que había alusiones recurrentes a las diferentes categorías de hombres en cuanto a virtud y sabiduría y, consultando la bibliografía, observé que todos los autores hacían alguna aportación referente al “junzi” (君子), pero sin acabar de definirlo por completo, tal y como lo concibe Confucio. Así pues, mi estudio se concentrará especialmente en la descripción extensa del “hidalgo”, analizando todas las menciones que se hacen de él y viendo como gran parte de los comportamientos morales remarcables que aparecen en el libro son atribuibles al “junzi”.
Hidalgo, ga. (De hidalgo.) m. y f. Persona que por su sangre es de una clase noble y
Hidalgo, ga. (De hidalgo.) m. y f. Persona que por su sangre es de una clase noble y
distinguida. Llámase también hidalgo de sangre.
Así es como define la Real Academia de la Lengua Española al “hidalgo” en su primera acepción. Como muy bien explica Anne-Hélène Suárez en la Introducción al Lun Yu, en la jerarquía social de la época, “además de los señores, y por debajo de éstos en la jerarquía, se encontraban otras tres categorías nobles: (…). Eran vasallos o súbditos del señor a cuyo servicio se encontraban, si bien recibían el nombre de junzi (literalmente hijos del señor);”[1]. Sin embargo, Confucio a través de sus reflexiones no trata de realizar una clasificación social de los hombres, sino más bien una clasificación de los diferentes tipos de hombre en función de sus conocimientos, de sus conductas y de sus capacidades, en definitiva, de su moralidad. Por este motivo, no debemos tomar el significado literal de las palabras que Confucio utiliza para designarlos (“hidalgos”, “villanos”, “santos”); muy al contrario, debemos entenderlas siempre desde el punto de vista figurado, es decir, por las diferentes cualidades / defectos que denotan en sí. Durante todo el libro, Confucio va enumerando diferentes cualidades y defectos que se van atribuyendo a las que según él son las diferentes categorías de hombre. Esta clasificación nos ayuda a entender los atributos necesarios que debe disponer un hombre para convertirse en el modelo a seguir, ya que “es en él donde se concentran todas las virtudes confucianas”[2]. Según el módulo didáctico 1 de la asignatura de Pensamiento y religión de Asia Oriental (capítulo 5), Confucio clasifica a los hombres en sabios, nobles y vulgares, pero en el Lun Yu no utiliza siempre estos nombres para hablar de ellos:
Así es como define la Real Academia de la Lengua Española al “hidalgo” en su primera acepción. Como muy bien explica Anne-Hélène Suárez en la Introducción al Lun Yu, en la jerarquía social de la época, “además de los señores, y por debajo de éstos en la jerarquía, se encontraban otras tres categorías nobles: (…). Eran vasallos o súbditos del señor a cuyo servicio se encontraban, si bien recibían el nombre de junzi (literalmente hijos del señor);”[1]. Sin embargo, Confucio a través de sus reflexiones no trata de realizar una clasificación social de los hombres, sino más bien una clasificación de los diferentes tipos de hombre en función de sus conocimientos, de sus conductas y de sus capacidades, en definitiva, de su moralidad. Por este motivo, no debemos tomar el significado literal de las palabras que Confucio utiliza para designarlos (“hidalgos”, “villanos”, “santos”); muy al contrario, debemos entenderlas siempre desde el punto de vista figurado, es decir, por las diferentes cualidades / defectos que denotan en sí. Durante todo el libro, Confucio va enumerando diferentes cualidades y defectos que se van atribuyendo a las que según él son las diferentes categorías de hombre. Esta clasificación nos ayuda a entender los atributos necesarios que debe disponer un hombre para convertirse en el modelo a seguir, ya que “es en él donde se concentran todas las virtudes confucianas”[2]. Según el módulo didáctico 1 de la asignatura de Pensamiento y religión de Asia Oriental (capítulo 5), Confucio clasifica a los hombres en sabios, nobles y vulgares, pero en el Lun Yu no utiliza siempre estos nombres para hablar de ellos:
Dicho esto, cabe entender al hidalgo como la persona noble, ilustre y distinguida de ánimo, de integridad moral, es decir, “a member of the moral elite”[3]; “el que es hidalgo lo es por esencia” (XII-8) y es que como afirma S. Leys “one did not become a gentleman, one could only be born a gentleman”[4]. La diferencia primordial entre el “sabio” y el “noble” es la falta de sabiduría innata por parte de éste último y es por ello que “el hidalgo tiende a la elevación” (XIV-24) “perfeccionando las excelencias del hombre (XII-16), porque indiscutiblemente “venera al excelente (…) y honra al hábil” (XIX-3) y evita así “hallarse río abajo, donde van a parar todos los males del mundo” (XIX-20). Para conseguirlo se centra en el estudio y el aprendizaje “se puede decir de él que desea aprender” (I-14), “amplía su aprendizaje con la ilustración” (VI-25) y sobre todo “estudia para perfeccionar su vía” (XIX-7). Esto significa que sus actos se rigen por la vía (“dao”): “se inquieta por la vía” (XV-31), la cultiva porque le permite amar a los hombres (XVII-4) y “es diligente en lo que hace y circunspecto en lo que dice. Cultiva la rectitud conforme a quienes poseen la vía” (I-14); de hecho, “si uno trata de contentarlo sin mantenerse en la vía, no lo conseguirá” (XIII-24). Gracias a su ilustración “reúne el hidalgo amigos. Por sus amigos, perfecciona su humanidad” (XII-24); puesto que es el hidalgo mismo quien “empieza por llevar a la práctica lo que dice” (II-13), con su ejemplo “el pueblo se verá animado (también) a la humanidad” (VIII-2) y, por consiguiente, no se aparta de ella (IV-5).
Confucio concibe al hidalgo, además de noble y generoso, como una persona justa porque “carece de prejuicios a favor o en contra de las cosas, se ciñe a lo justo” (IV-10). Llega incluso a afirmar que “la justicia es la esencia del hidalgo; Mediante los ritos la pone en práctica, con su humildad la expresa, con su sinceridad la completa” (XV-17). Como “da prioridad a la justicia” (XVII-23) y “piensa en las reglas” (IV-11), el Maestro piensa que lo justo para el hidalgo es “el ejercicio de un cargo” (XVIII-7) y está convencido de que lo desempeñará a la perfección dado que “en su conducta privada, es digno; en el servicio a sus superiores, es respetuoso; en su sustento al pueblo, es benéfico; y justo en su imposición de prestaciones” (V-15). Esto hace que “los demás lo admiren con reverencia” (XX-2) por ser majestuoso, inteligente y “poseer grandeza” (XII-26). Además, Confucio cree que contribuye a ello el hecho que “ayuda a los menesterosos” (VI-3), que “cultiva la armonía” (XIII-23), que “es fiel” (XV-36) y, muy especialmente, porque “odia a quienes hablan mal de los demás, a los arrojados que no observan los ritos, a los temerarios y obcecados (XVII-24)”.
Asimismo, tal y como inculca el Maestro a sus discípulos, un hidalgo debe poseer las cualidades de exigente fundamentalmente “consigo mismo” (XV-20) aunque no exija “a un solo hombre la perfección en todo” (XVIII-10), y, al mismo tiempo, debe ser inalterable: “no debe experimentar amargura pese a ser ignorado por los hombres” (I-1) y se le debe poder confiar “una situación crítica sin que le quebrante el ánimo” (VIII-6). No obstante, una de las virtudes que más resalta Confucio en la figura del hidalgo es la prudencia; “cuando no sabe algo, el hidalgo calla” (XIII-3) y continuamente “piensa en no exceder su situación” (XIV-28). En palabras del hidalgo no hay ligereza” (XIII-3), “de modo que no puede dejar de ser prudente en lo que dice” (XIX-25).
Llegados a este punto, uno podría pensar que ya se ha descrito al hombre ideal según Confucio, pero el Maestro aún le tiene reservados otros atributos que acabarán por definir y completar al noble, a aquél que sin alcanzar la categoría de sabio, es capaz de convertirse en el estereotipo de hombre anhelado por Confucio: “el hidalgo no tiene inquietud ni temor” (XII-4), “se haya sereno y despejado” (VII-36), “su aspecto es imponente;(…) es afable;(…) es severo” (XIX-9) y finalmente el Maestro insiste en que “el hidalgo es benefactor, pero no derrochador; exhorta al trabajo, pero no provoca resentimiento; tiene deseos, pero no codicia; posee grandeza, pero no soberbia; es imponente, pero no hosco” (XX-2).
Si analizamos la manera en que aparecen las alusiones al hidalgo en el Lun Yu, podemos concretar que son de cuatro tipos:
1. De manera indirecta: el Maestro responde a preguntas de sus discípulos o bien les explica una lección refiriéndose a las diferentes conductas morales que necesariamente debe de poseer un hidalgo para ser un hombre noble. Correspondería a la mayoría de citas mencionadas anteriormente y no hay indicio alguno que nos lleve a pensar que el Maestro es un hidalgo. Incluso Confucio llega a declarar “de no conseguir ver a un santo me conformaría con un hidalgo” (VII-25), lo que presupone que ni él mismo se considera dentro de esta categoría.
2. Mediante la comparación de la figura del hidalgo con la figura del Maestro por parte de los discípulos: en el libro XIV, el discípulo Zigong afirma “el Maestro se ha descrito a sí mismo” tras manifestar Confucio que “tres son las vías del hidalgo, y de practicarlas soy incapaz: humano, carece de inquietud; sabio, carece de incertidumbre; arrojado, carece de temor” (XIV-30). Dos libros más adelante, el discípulo Chen Kang hace una serie de preguntas a Boyu (hijo del Maestro) acerca de las enseñanzas de Confucio a su hijo. Tras las respuestas obtenidas, Chen Kang llega a la conclusión de que ha aprendido “cómo un hidalgo guarda las distancias con su hijo” (XVI-13), refiriéndose a Confucio como el hidalgo.
3. Mediante la comparación de la figura del hidalgo con la figura del Maestro por parte de sí mismo: A diferencia de lo que sucedía en el apartado anterior, con la utilización del enunciado en primera persona por parte de Confucio (“y de practicarlas soy incapaz”), se evidencia que el Maestro aquí no se identifica ni se considera un hidalgo. Sin embargo, si analizamos la cita 13 del Libro IX nos encontramos con la siguiente reflexión: tras la decisión de instalarse Confucio en entre los nueve pueblos bárbaros del este, uno de sus discípulos le recuerda que se trata de pueblos salvajes y le pregunta qué piensa hacer allí; entonces el Maestro contesta: “viviendo entre ellos un hidalgo, ¿qué salvajismo tendrían?” Ésta es una clara revelación por parte de Confucio de que se considera a sí mismo un hidalgo.
4. Enunciados en tercera persona alternando indistintamente la figura del Maestro con el hidalgo: El tono del Libro X es completamente diferente al del resto de libros. En este libro, un narrador en tercera persona explica diferentes actitudes del Maestro frente a diferentes situaciones de la vida. De repente, en la reflexión 6, el narrador sustituye al sujeto (Maestro) por Hidalgo, dando a entender que el propio narrador de las reflexiones también considera a Confucio como un hidalgo.
Ante tal diversidad, sólo cabe reflexionar sobre la categoría que ocuparía el gran Maestro. Gracias a las numerosas reflexiones que él mismo hace acerca de la conducta propia de un hidalgo y las extensas aportaciones de los discípulos acerca de la figura del Maestro (que todas concuerdan con la propia conducta del hidalgo), todo apunta a que Confucio sí puede ser considerado un auténtico hidalgo. Pero, siguiendo la clasificación comentada en el gráfico, ¿deberíamos únicamente catalogarlo como una persona noble o quizá deberíamos ascenderle a la categoría de sabio?
Dolors Folch hace la siguiente aportación referente a la reflexión II-4:
“El Maestro dijo: A los quince años, tuve voluntad de aprender. A los trenita, me consolidé. A los cuarenta, me abandonaron las incertidumbres. A los cincuenta, adquirí consciencia del mandato del cielo. A los sesenta, llegué a tener buen oído. A mis setenta, puedo ya seguir los deseos de mi corazón sin infringir las normas”
“aquestes sis frases són més que un itinerari personal: de fet, descriuen les etapes successives d’interiorització del Dao, el Camí.” [5]
Evidenciados los grandes conocimientos y sabiduría que aportaba en todas sus reflexiones, personalmente me atrevería a incluirle entre los sabios.
[1] CONFUCIO (Maestro Kong), Lun Yu Reflexiones y ensñanzas. Traducción del chino, introducción y notas de Anne-Hélène Suárez. 1ª edición. Barcelona: Cairos, 1997. Página 14
[2] FOLCH, Dolors. La construcció de Xina. 1a edició. Barcelona: Empúries, 2001. Página 123
[3] CONFUCIUS. The analects of Confucius, Translation and notes by Simon Leys. New York: W.W.Norton & Company, 1997. Página XXVII
[4] CONFUCIUS, Op. Cit.
[5] FOLCH, p.111
BIBLIOGRAFÍA
- CONFUCIO (Maestro Kong), Lun Yu Reflexiones y ensñanzas. Traducción del chino, introducción y notas de Anne-Hélène Suárez. 1ª edición. Barcelona: Cairos, 1997.
- CONFUCIUS. The analects of Confucius, Translation and notes by Simon Leys. New York: W.W.Norton & Company, 1997.
- FOLCH, Dolors. La construcció de Xina. 1a edició. Barcelona: Empúries, 2001.
- REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española. Madrid: Espasa Calpe, 1992.
- UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA. Pensament i religió a l’Àsia Oriental. Barcelona: UOC, 2008.
- CONFUCIO (Maestro Kong), Lun Yu Reflexiones y ensñanzas. Traducción del chino, introducción y notas de Anne-Hélène Suárez. 1ª edición. Barcelona: Cairos, 1997.
- CONFUCIUS. The analects of Confucius, Translation and notes by Simon Leys. New York: W.W.Norton & Company, 1997.
- FOLCH, Dolors. La construcció de Xina. 1a edició. Barcelona: Empúries, 2001.
- REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española. Madrid: Espasa Calpe, 1992.
- UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA. Pensament i religió a l’Àsia Oriental. Barcelona: UOC, 2008.