25 de mayo de 2007

Maoríes y pueblos indígenas del Pacífico

Cuando hablamos de culturas indígenas, tenemos tendencia a pensar que nos referimos a unos pueblos que no han evolucionado desde sus inicios y cuyas sociedades son excesivamente primitivas. Si analizamos todas las culturas indígenas existentes en el mundo, encontraremos que muchas sí podrían encajar con esta descripción. Sin embargo, muchas otras, simplemente por no seguir el “modelo occidental de sociedad civilizada”, no tienen por qué ser consideradas inferiores. Y es que no nos olvidemos de que muchos de los objetos que utilizamos en nuestras vidas cotidianas provienen de las creaciones que los primeros pobladores llevaron a cabo. Algunos de estos pueblos indígenas llegaron a niveles de avance tan elevados que hoy en día son de admirar. Un claro ejemplo de ello son los maoríes.

Si bien la cultura maorí comparte muchos rasgos con sus vecinos de Australia o de Papúa Nueva Guinea, existen también notables diferencias entre ellos en todos los aspectos. Lo que sí comparten es que la causa principal que les llevó a emigrar de sus lugares de origen era la escasez de comida, con la correspondiente búsqueda de nuevos lugares en los que asentarse. Lo que se suele decir vulgarmente que “la historia siempre se repite” en este caso sería muy acertado, ya que los primeros aborígenes que llegaron a Australia hace unos 50.000 años ya lo hicieron con este propósito. Muchísimos años después, hacia el año 1400 de nuestra era, una gran flota de canoas llegaba a Aotearoa en busca de una tierra mejor. Ambas culturas fueron moviéndose por el nuevo territorio alargando sus raíces, pero, si por un lado, encontramos que los maoríes supieron mantener todas sus costumbres, parece que los pueblos indígenas de Australia fueron bifurcándose, dando origen a nuevas identidades y grupos sociales. Seguramente sea ésta la razón principal que explica la enorme variedad de lenguas que se hablan en estos territorios. De aquí nace la mayor diferencia entre ambas culturas: el reconocimiento de sus lenguas. En el caso de Nueva Zelanda no fue difícil establecer el maorí como idioma cooficial, junto con el inglés a la llegada de los colonos británicos. Sin embargo, y dada la amplísima variedad de lenguas que hablaban los pueblos indígenas de Australia, ¿cómo escoger de entre todas ellas una sola que compartiera cooficialidad? Lo más sencillo para evitar enemistades entre todas las identidades era pues negar la oficialidad de todas ellas.

Otra gran diferencia entre ambas culturas es la adaptación que tuvieron que hacer al nuevo medio. Los maoríes procedían de otras islas de la Polinesia, en las que el clima era habitualmente cálido. Sus costumbres y los productos que cultivaban eran los propios de éste clima. Así pues, cuando intentaron llevar a cabo sus cosechas, éstas fracasaban porque no se adaptaban a un clima mucho más severo, viéndose obligados a modificar su alimentación. Pero el cambio climático al que se vieron sometidos no sólo influyó en su alimentación, sino que también a otros aspectos que guardan enorme relación los unos con los otros y que marcan grandes diferencias con el resto de pueblos indígenas. Los pueblos indígenas de Australia no se encontraron con este problema, aunque ellos se dedicaban básicamente (a parte de a la caza) a la recolección de verduras, raíces, frutos, huevos, etc…

Con la llegada del frío, tuvieron que resolver un gran problema: ¿cómo iban a resguardarse de las bajas temperaturas? De una banda, aprovecharon el pelaje de los animales que les rodeaban para fabricarse vestimentas que les protegieran de las gélidas temperaturas. De otra banda, aunque en un principio se refugiaban en cuevas, tuvieron la necesidad de desarrollar una arquitectura doméstica. Los pueblos indígenas de Australia no dieron importancia a esta necesidad y no llevaron a cabo viviendas al estilo maorí, ya que solían resguardarse en cuevas. A raíz de esta diferencia, nació la necesidad de los maorí de asentarse en un lugar determinado. Si se considera que los pueblos indígenas eran pueblos nómadas que se trasladaban de un lugar a otro siguiendo los cambios estacionales, los maorí fueron asentándose poco a poco. Pese a ello, en ocasiones en las que las provisiones escaseaban también tenían que optar por el nomadismo. La gran preocupación que mostraron por los cambios climáticos, hizo que desarrollaran un amplio conocimiento de los fenómenos relacionados con el clima, convirtiéndose en grandes expertos. En la actualidad, el servicio de meteorología del país cuenta con una sección basada en los conocimientos de estos primeros pobladores.

Ambas culturas se caracterizan por su habilidad y destreza en la caza de los animales de los cuales se alimentaban, aunque las tácticas que utilizaban eran bien distintas. Los dos optaban por urdir trampas que facilitaran la tarea: los maoríes colocaban cuencos llenos de agua para atraer la sed de los animales; los pueblos indígenas optaban por prender fuego a ciertas partes del bosque para ahuyentar a los animales de manera que se dirigieran a los lugares en los que los aguardaban los cazadores. Asimismo, los maoríes desarrollaron una gran aptitud para la pesca, tanto en ríos como en el mar. Quizá sea por este motivo que en el año 2000 se firmara un acuerdo de pesquerías en el que se otorgaba al pueblo maorí la exclusividad de la explotación de los recursos, siendo éste un fenómeno sin procedente en cuanto a la transferencia de recursos a los pueblos indígenas (http://www.icsf.net/). Éstos últimos también eran admirados por su coraje, por su estrategia militar y por su propio código de guerra.

Los sistemas sociales de ambas culturas eran complejos y sofisticados, pero algo diferentes. Hallamos el concepto de familia, pero en ninguno de los dos casos cobra el significado que se le da en los países occidentales, ya que no constituye el núcleo social más importante. En los pueblos indígenas encontramos que el factor más importante es el sistema de parentesco entre los diferentes individuos, que se encargaba de establecer el lugar que ocupaba un individuo dentro de una comunidad. En función de los parentescos que tenían, adquirían unas obligaciones y unos derechos; estos parentescos fueron a su vez establecidos por espíritus ancestrales, por seres del Dreamtime. En cambio, en la sociedad maorí, la familia era la encargada de regular la vida cotidiana y de tomar las decisiones internas concernientes a los miembros de la familia. Pero estas familias formaban parte de unas tribus menores que a su vez formaban parte de una tribu principal, que decidía todo lo que afectaba al bien general de la comunidad. Las obligaciones y derechos de cada individuo venían marcados por la tribu principal.

Vemos como tanto maoríes como pueblos indígenas de Australia sentían un profundo respeto por la naturaleza. Se sentían ligados a la tierra y tenían la obligación de cuidar de ella. Ambos creían que no eran dueños de la tierra, pero cada uno había recibido esta noción de manera muy diferente. Si bien los pueblos indígenas creían que este respeto fue transmitido por los espíritus de sus antepasados, o sea, por los seres del Dreamtime, los maoríes creían que existían unos lazos ancestrales que les unían a ella basados en el mito de su creación. Pero es curioso también como los dos designaron un mismo color como símbolo de la tierra. Analizando sus banderas, encontramos que las culturas utilizaban el color rojo como representación de la “madre tierra”.
De la misma manera que los pueblos indígenas de Australia explicaban su relación con la tierra mediante la transmisión efectuada por sus antepasados, también basaban todas sus creencias en función a estos seres ancestrales. Éstos fueron los creadores de todo cuanto existía y era de suma importancia que las historias que narraban estos sucesos fueran transmitidas de generación en generación, generalmente por los individuos más mayores. Así se explicaban los rituales ancestrales, la espiritualidad, la herencia y las leyes que les regían. Los maoríes, por su parte, creían que los dioses estaban presentes en todos los elementos de la naturaleza, con lo que todo contenía esencia espiritual. También consideraban de vital importancia la transmisión de su cultura y de sus rituales, pero éstos solían hacerlo en escuelas específicas con este fin y a través de sacerdotes especializados. En lo que adornos se refiere, notamos también diferencias considerables. Mientras los pueblos indígenas de Australia efectuaban el rito de iniciación (paso de adolescencia al mundo adulto) a través de prácticas como la extracción de los dientes frontales, la aplicación de pinturas sobre sus cuerpos o la escarificación (incisiones sobre la piel), los maoríes optaban por tatuar el rostro del “recién adulto”. La ausencia de estas prácticas representaba en ambos casos que el joven no era un hombre fuerte y que no podía llegar a hacer nada, ya que simbolizaba en ellos su posición en la sociedad. Muchos de estos rituales iban acompañados de música, cantos y danzas, aunque en ambas culturas se aprecia un uso habitual de la música en cualquier tipo de celebración. La muerte está ligada en la cultura maorí a una serie de ritos religiosos que no existen la cultura de los pueblos indígenas de Australia. Los maoríes también construían unos edificios (los marae) destinados a concentrar a todos los individuos durante las reuniones. Cuando alguien moría, el cadáver era colocado en los porches de estas edificaciones con el fin de ver la luz del alba por última vez ya que todos orientados hacia el este.

Finalmente, encontramos algunas diferencias en lo que al arte se refiere. De entrada, el artista era considerado en la cultura maorí como el vehículo que utilizaban los dioses para comunicarse con la gente. Sin embargo, los pueblos indígenas de Australia no consideraban que nadie era artista, sino que eran personas que se limitaban a copiar lo que los Dreamings habían creado. Los primeros se dedicaban mayoritariamente a la talla en todo tipo de materiales. También hay algunas muestras de pinturas efectuadas sobre roca. Los segundos, preferían practicar pinturas sobre las paredes de roca de sus cuevas, aunque también se encuentran sobre arena o cortezas de árbol e incluso algunas esculturas.

Así pues hemos visto como estos pueblos, gracias a sus complejos sistemas sociales, no sólo consiguieron cultivar todas las artes, sino que además mostraron grandes conocimientos de ingeniería y navegación, así como una inteligente estrategia militar. No es de extrañar, por lo tanto, que en la actualidad sigan despertando la curiosidad de miles de personas que no ven en ellos su esencia más primitiva.
BIBLIOGRAFÍA
BATEMAN, David (2000) The New Zealand Encyclopedia, 4.ª ed. Auckland

BERNDT, Ronald M.; BERNDT, Catherine H.; STANTON, John E. (1998) Aboriginal Australian Art. Sidney: New Holland Publishers Limited.

CLARKE, Philip (2004) Where the Ancestors Walked Australia as an Aboriginal Landscape. Social Science.

FINLEY, Carol (1998) Aboriginal Art of Australia: Exploring Cultural Traditions. Juvenile Nonfiction.

RICKARD, John (1992) «Aborigines», en WHITLOCK, Gillian; CARTER David (eds.) (1992) Images of Australia. Santa Lucía: UQP Press.

SUTTON, Peter (ed.) (1988) Dreamings: The Art of Aboriginal Australia. Ringwood: Penguin.

WILDBURGER, Eleonore (2003) Politics, Power and Poetry: An Intercultural Perspective on Aboriginal Identity in Black Australian Poetry. Tübingen: SECL, Stauffenburg.

WILSON, John (ed.) (1987) From the Beginning: The Archaeology of the Maori. Auckland: Penguin.

19 de mayo de 2007

Economía china vs británica

A pesar de sus grandes dimensiones, China concentra una densidad de población enorme (133 habitantes por km2), y es que, rozando casi los 1300 millones de habitantes, es el país más poblado del mundo. Gracias a la política del hijo único y a los estrictos controles de natalidad llevados a cabo por el gobierno, se ha conseguido reducir el crecimiento de la población al 1’2%, el doble, sin embargo, que el crecimiento de Reino Unido.

Teniendo en cuenta el Producto Interior Bruto, China goza del privilegio de estar entre los diez primeros países del mundo, pero más relevante es aún el hecho que, considerando la Paridad del Poder Adquisitivo, se sitúa en la segunda posición mundial, por delante de Reino Unido. Si bien la crisis financiera del sudeste asiático frenó el ritmo regular de las exportaciones de China hacia la zona, el éxito logrado por el gobierno chino con su intento por aumentar la inversión en el activo del país, así como de las exportaciones y del consumo propio, han contribuido, en cuestión de cuarenta años, a que la variación anual del PIB sea espectacular; alcanzando índices elevadísimos, China se convierte en el país con la mayor tasa de crecimiento del mundo con gran diferencia. Si Reino Unido cuenta con una variación anual del PIB de un 2’5% (similar a la media de los países desarrollados), las previsiones apuntan a que China alcance un 9’9% en 2006. Este dato muestra, sin duda, la evolución económica tan importante que está viviendo el “gigante asiático”: la economía china se está expandiendo a gran velocidad. Sin embargo, sus Ingresos Nacionales Brutos son infinitamente menores a los INB de Reino Unido: esto es lo que marca la diferencia entre que China sea considerada como un país de ingresos medios-bajos, al contrario de Reino Unido, que entra dentro de los países con ingresos elevados.

La estructura productiva de China ha sufrido cambios importantes en los últimos cuarenta años. En el pasado, la “riqueza” de China era proporcionada por la agricultura y por la industria, quedando el sector terciario de los servicios muy reprimido por la política maoísta. Por el contrario, en la actualidad, las contribuciones generadas por la agricultura se han reducido notablemente, aunque siguen teniendo importancia, muy al contrario de lo que sucede con Reino Unido, donde la agricultura representa únicamente un 1%. El aumento del sector servicios ha sido espectacular, pero todavía queda muy lejos del papel primordial que juega dicho sector en Reino Unido. Gracias a los esfuerzos del gobierno actual de potenciar el proceso de industrialización iniciado por Mao, el papel principal actualmente se lo lleva la industria, representando más de la mitad de las aportaciones al PIB. Es interesante ver cómo afecta esta productividad. De una banda, implica una apertura hacia el comercio exterior. Dado que la media mundial de las exportaciones se sitúa en un 23% aproximadamente (Reino Unido, un 25%) y China tiene unos índices del 33%, podemos afirmar que China mantiene buenas relaciones con el exterior. Aunque su media de importaciones también es muy alta, al contrario de lo que sucede con Reino Unido, no excede a la media de exportaciones; esta señal indica que China es un país con un enorme potencial productivo. Por otra banda, dicha productividad representa una fuerte atracción para los inversores extranjeros. El dinero procedente de estas inversiones es destinado a inversiones públicas tales como infraestructuras o mejoras técnicas, participando en la formación de un capital fijo que se va acumulando y que a pasado de ser en veinte años casi inexistente (0’1%) a representar más de una décima parte (12’4%) del capital del país. La inversión interna bruta de China sobrepasa en más del doble a la misma inversión llevada a cabo por Reino Unido… y es que son los países con ingresos altos los que normalmente invierten en los de ingresos medios-bajos.

Finalmente, cabría destacar cómo el crecimiento económico desarrollado en China ha favorecido a un desarrollo social muy importante. Si bien, en Reino Unido los indicadores sociales prácticamente han permanecido inalterables durante unos veinte años, los de China han mejorado espectacularmente, aunque sigan estando muy por debajo de los británicos. Así pues, por ejemplo, la esperanza de vida ha aumentado en casi diez años (de 63 a 71 años), a pesar de que en Reino Unido sea muy superior (78 años); las mejoras en las condiciones sanitarias han contribuido a una reducción notable de la mortalidad infantil, aunque sigue estando muy lejos de la británica; asimismo, el incremento de la producción ha supuesto una disminución considerable de la pobreza extrema y de la hambruna: se ha pasado de tener a más de la mitad de la población (59%) bajo el umbral de la pobreza, a un 17% en el transcurso de 20 años.

En conclusión, según los datos analizados, podemos afirmar que China es ciertamente un país en pleno desarrollo económico, que gracias a su intensa actividad productiva y a su capacidad de administrar e invertir sus recursos económicos en un tiempo muy breve, la han llevado a colocarse en los primeros puestos del ranking mundial de potencias económicas. Sin embargo, Reino Unido es un país de gran trayectoria y de economía avanzada y “consolidada”, con un enorme potencial económico, pero con un perfil de crecimiento mucho más moderado que China.
BIBLIOGRAFÍA