A pesar de sus grandes dimensiones, China concentra una densidad de población enorme (133 habitantes por km2), y es que, rozando casi los 1300 millones de habitantes, es el país más poblado del mundo. Gracias a la política del hijo único y a los estrictos controles de natalidad llevados a cabo por el gobierno, se ha conseguido reducir el crecimiento de la población al 1’2%, el doble, sin embargo, que el crecimiento de Reino Unido.
Teniendo en cuenta el Producto Interior Bruto, China goza del privilegio de estar entre los diez primeros países del mundo, pero más relevante es aún el hecho que, considerando la Paridad del Poder Adquisitivo, se sitúa en la segunda posición mundial, por delante de Reino Unido. Si bien la crisis financiera del sudeste asiático frenó el ritmo regular de las exportaciones de China hacia la zona, el éxito logrado por el gobierno chino con su intento por aumentar la inversión en el activo del país, así como de las exportaciones y del consumo propio, han contribuido, en cuestión de cuarenta años, a que la variación anual del PIB sea espectacular; alcanzando índices elevadísimos, China se convierte en el país con la mayor tasa de crecimiento del mundo con gran diferencia. Si Reino Unido cuenta con una variación anual del PIB de un 2’5% (similar a la media de los países desarrollados), las previsiones apuntan a que China alcance un 9’9% en 2006. Este dato muestra, sin duda, la evolución económica tan importante que está viviendo el “gigante asiático”: la economía china se está expandiendo a gran velocidad. Sin embargo, sus Ingresos Nacionales Brutos son infinitamente menores a los INB de Reino Unido: esto es lo que marca la diferencia entre que China sea considerada como un país de ingresos medios-bajos, al contrario de Reino Unido, que entra dentro de los países con ingresos elevados.
La estructura productiva de China ha sufrido cambios importantes en los últimos cuarenta años. En el pasado, la “riqueza” de China era proporcionada por la agricultura y por la industria, quedando el sector terciario de los servicios muy reprimido por la política maoísta. Por el contrario, en la actualidad, las contribuciones generadas por la agricultura se han reducido notablemente, aunque siguen teniendo importancia, muy al contrario de lo que sucede con Reino Unido, donde la agricultura representa únicamente un 1%. El aumento del sector servicios ha sido espectacular, pero todavía queda muy lejos del papel primordial que juega dicho sector en Reino Unido. Gracias a los esfuerzos del gobierno actual de potenciar el proceso de industrialización iniciado por Mao, el papel principal actualmente se lo lleva la industria, representando más de la mitad de las aportaciones al PIB. Es interesante ver cómo afecta esta productividad. De una banda, implica una apertura hacia el comercio exterior. Dado que la media mundial de las exportaciones se sitúa en un 23% aproximadamente (Reino Unido, un 25%) y China tiene unos índices del 33%, podemos afirmar que China mantiene buenas relaciones con el exterior. Aunque su media de importaciones también es muy alta, al contrario de lo que sucede con Reino Unido, no excede a la media de exportaciones; esta señal indica que China es un país con un enorme potencial productivo. Por otra banda, dicha productividad representa una fuerte atracción para los inversores extranjeros. El dinero procedente de estas inversiones es destinado a inversiones públicas tales como infraestructuras o mejoras técnicas, participando en la formación de un capital fijo que se va acumulando y que a pasado de ser en veinte años casi inexistente (0’1%) a representar más de una décima parte (12’4%) del capital del país. La inversión interna bruta de China sobrepasa en más del doble a la misma inversión llevada a cabo por Reino Unido… y es que son los países con ingresos altos los que normalmente invierten en los de ingresos medios-bajos.
Finalmente, cabría destacar cómo el crecimiento económico desarrollado en China ha favorecido a un desarrollo social muy importante. Si bien, en Reino Unido los indicadores sociales prácticamente han permanecido inalterables durante unos veinte años, los de China han mejorado espectacularmente, aunque sigan estando muy por debajo de los británicos. Así pues, por ejemplo, la esperanza de vida ha aumentado en casi diez años (de 63 a 71 años), a pesar de que en Reino Unido sea muy superior (78 años); las mejoras en las condiciones sanitarias han contribuido a una reducción notable de la mortalidad infantil, aunque sigue estando muy lejos de la británica; asimismo, el incremento de la producción ha supuesto una disminución considerable de la pobreza extrema y de la hambruna: se ha pasado de tener a más de la mitad de la población (59%) bajo el umbral de la pobreza, a un 17% en el transcurso de 20 años.
En conclusión, según los datos analizados, podemos afirmar que China es ciertamente un país en pleno desarrollo económico, que gracias a su intensa actividad productiva y a su capacidad de administrar e invertir sus recursos económicos en un tiempo muy breve, la han llevado a colocarse en los primeros puestos del ranking mundial de potencias económicas. Sin embargo, Reino Unido es un país de gran trayectoria y de economía avanzada y “consolidada”, con un enorme potencial económico, pero con un perfil de crecimiento mucho más moderado que China.
BIBLIOGRAFÍA
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