La Madre Teresa de Calcuta citó en uno de sus escritos: "la vida es la vida, defiéndela". Parece realmente que todos los habitantes de la Ciudad de la Alegría hubieran escuchado estas palabras en un momento de sus vidas. Quizás la Madre Teresa las pronunciara tras conocer el increíble afán de supervivencia que poseen los personajes de esta historia, que, con su inmensa lucha, su coraje, su solidaridad y, sobre todo, con su amor a la vida, acaban dando una impresionante lección de Esperanza, difícil de captar en un mundo occidental basado en estereotipos inculcados por la sociedad materialista ("como si hacer que los ricos sean más pobres hiciera a los pobres más ricos" pág 88).
Es gente que lleva una vida incalificable; miseria me parece demasiado leve. A pesar de ello, se sienten queridos, se dan calor anímico, y hasta se reconfortan moralmente. Carecen de lo necesario para vivir y, sin embargo, siempre saben de dónde sacar las fuerzas para apoyar al prójimo. Son pobres muy ricos de espíritu, pues ven la vida con alegría: cuando no hay motivo para alegrarse, ellos rebosan de júbilo ("mi mujer no tardó en anunciarme que esperaba un hijo [el tercero]; esta noticia me produjo tal alegría..." pág 217). Poco importa el origen de los vecinos o sus religiones. Las calamidades asuelan por igual dentro de la mayor miseria, de las mayores aberraciones y del dolor. No obstante, la vida es un regalo, una oportunidad que merece la pena disfrutar. Viven en un mundo cruel, repleto de fealdad y, todo y eso, la resignación no tiene cabida. Pero no nos engañemos; son conscientes de su existencia desgraciada y, aún así, enfocan sus vidas de manera que se contentan con lo que tienen: su familia y sus amigos. El día a día es una constante lucha digna de admiración, en la que la caridad y el amor triunfan por encima de cualquier explotación. Después de cada problema, renacen y lo celebran ("el mar había hecho estériles sus campos pero encontraron el medio de bailar, de cantar, de expresar su júbilo y su gratitud" pág 362). Es impresionante cómo están agradecidos por seguir viviendo y cómo se consuelan pensando que hay quien está peor que ellos (caso de los leprosos). De aquí, que la figura de Paul Lambert, el sacerdote católico, juegue un papel clave en este desarrollo. Pese a hacer un trabajo lleno de momentos muy duros, también hay lugar para esos pequeños detalles que le hacen pensar que vivir merece la pena. Por ello está dispuesto a consagrar su vida a ayudar con formidables gestos de amor ("yo solía ofrecer una sonrisa al joven limpiabotas que giraba entorno de mí" pág 46).
El libro ejemplifica la degeneración del ser humano, de cómo una persona sufre un descenso en la escala social que le lleva al exilio más humillante. A partir de aquí, todo gira entorno a la obtención de comida, sea mendigando, rebuscando entre basura o trabajando como auténticas bestias de carga. Constantes insultos, extorsiones y expoliaciones deben "tragarse" en silencio, porque, a pesar de los intentos de manifestación, el no poder alimentar a sus familias es aún más difícil de "digerir". Para reflejar esta cruda realidad, debemos de leer esos desgarradores pasajes en los que el autor narra como Hasari Pal se ve obligado a vender su inservible sangre, e incluso sus huesos, por tan sólo 500 rupias ("allí despedazaban los cadáveres sin identificar para recuperar sus esqueletos y exportarlos" pág 142). Ni que decir tiene el relato de la hermosa Selima, la cual pierde la vida al vender el feto que engendra. Y todo ello, sin la menor trascendencia.
También está muy presente en la historia el dominio de las mafias locales sobre los pobres habitantes del slum, que no hace más que empobrecerlos, si cabe, tanto física como psicológicamente ("todas las actividades del slum dependían de ellos" pág 41). Están sometidos a constantes vejaciones por la policía "con sus lathis siempre a punto de golpear sobre los cráneos y las espaldas de los pobres" pág 147, por los propietarios de sus rickshaw "para no inscribirlos regularmente les despedía y luego los volvía a contratar" pág 95 y hasta de los clientes "haz que te pague por adelantado, sino estás apañado" pág 67. Otras figuras como los jueces, los brahamanes, los médicos y enfermeros o algunos comerciantes, son presentados como personajes sin escrúpulos que, por cada prestación de servicios, perciben sus diezmos particulares.
Finalmente, cabría destacar la presencia religiosa en todas las acciones de los personajes: la Fe es constante y nunca la pierden (si bien en ocasiones, la desesperación sería más comprensible). Carecen de comida, pero reservan algunos granos de arroz para las juras; no llega el monzón [como castigo del Dios Bhâgavan], pero siguen rezando a la diosa Gauri (protectora de los campesinos); viven en la más completa miseria, pero siguen teniendo ganas de acicalarse para celebrar sus fiestas religiosas; Hasari está totalmente arruinado y enfermo, pero lo que más le preocupa es la celebración de la boda de su hija, porque así lo manda la tradición... Aún más escalofriante es la manifestación de fe de Bandona tras la noticia de la primera bomba
atómica: "¡Hemos ganado! Ahora somos tan fuertes como los de tu país [...] Nadie volverá a pasar hambre. No habrá más pobres pág 363".
"La desdicha es grande, pero el hombre es aún más grande que la desdicha."
Rabindranath Tagore
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