China es el país donde se concentra la mayor parte de recursos energéticos de Asia oriental y la explotación de estos recursos sirven como fundamento para el desarrollo económico del país; dispone de gran cantidad de yacimientos minerales, petrolíferos y de gas, así como una enorme cantidad de terrenos (tanto en la plataforma continental como marina) que le quedan por explotar. No hay que olvidar tampoco el importante papel que juega el agua (un bien tan abundante en el país) en la generación de energía eléctrica. El principal recurso con el que cuenta es el carbón, mediante el cual se obtiene gran parte de la energía eléctrica del país; para generar el resto de energía recurre asimismo al petróleo. Si bien podríamos pensar que China es un país con un desarrollo “autosostenido”, como consecuencia del acelerado crecimiento económico de China, el país se enfronta a unas necesidades energéticas sin precedentes. En cuestión de apenas dos décadas, ha pasado de ser el mayor exportador de petróleo de Asia oriental ha convertirse no sólo en el segundo importador de ésta fuente de energía, sino que también empiezan a escasear el gas y otros recursos industriales. Por ello, China se enfrenta al reto de tener que adaptar su política exterior a sus propias necesidades energéticas. Las necesidades energéticas de China pueden resultar muy favorables a aquellos estados en vías de desarrollo que contribuyan al abastecimiento, pero para países como Japón o Estados Unidos, esta inestabilidad puede representar un problema preocupante, puesto que el peso de China en la política internacional actual es de suma importancia y cualquier desajuste que ésta pueda sufrir puede tener repercusiones a nivel mundial, todo y que de momento no se vislumbra una situación alarmante. El gobierno de Pequín está promoviendo relaciones de colaboración con las empresas estatales extranjeras productoras de petróleo, gas y otros recursos para firmar acuerdos de colaboración bilaterales, en los que China obtendría los recursos necesarios, a cambio de prestar su ayuda en la mejora de las infraestructuras o de perdonar las deudas externas. Así pues, encontramos que estas crecientes dependencias energéticas han hecho que el gobierno chino se convierta en un elemento clave en Oriente Medio, debido a sus acuerdos de negocios bilaterales entre China y los principales países árabes productores de petróleo, pero los intereses van más allá: “Beijing also agreed to work with the 22-member Arab League to fight terrorism and establish a nuclear-free Middle East”[1]. Igualmente, China ha tenido necesidad de ampliar sus acuerdos con determinados países africanos a fin de conseguir más abastecimiento. El gobierno de Pequín se ha mostrado igualmente activo en los países sudamericanos, invirtiendo un importe capital destinado a proyectos de extracción de petróleo y de gas. Pero además de recurrir mayoritariamente a diferentes países en desarrollo, China también ha optado por ampliar su radio de acción a los países habitualmente colaboradores de los Estados Unidos, como es el caso de Australia, con quien ha negociado la venta de minerales de hierro, de carbón e incluso de gas natural. Las cifras que incrementarán los ingresos de Australia serán sin duda una importante contribución al desarrollo de la economía local. Del mismo modo, China ha entablado relaciones diplomáticas con Canadá, a fin de explotar sus depósitos de gas, de uranio y de alquitrán, que de no ser por las contribuciones económicas de China, permanecerían vírgenes a su explotación. Mientras tanto, Estados Unidos controla muy de cerca las negociaciones de China con estos países clave para su desarrollo en la búsqueda de los mismo recursos, aunque no es el único, porque Japón, con quien China mantiene una tensión importante respecto al control de los yacimientos de gas del Mar de China, ve cómo el apoyo internacional puede hacer tambalear su papel protagonista en el conflicto. La actuación de China además puede verse como una provocación hacia los Estados Unidos, en el sentido en que está entrando en una dinámica de colaboraciones con países cuyo respeto por lo valores democráticos y de cooperación internacional así como de los derechos humanos -tan promovidos por los Estados Unidos- es inexistente. China se justifica afirmando que en cuestión de negocios, toda colaboración es válida y es que al fin y al cabo lo único que cuenta es conseguir los recursos necesarios para mantenerse en su posición privilegiada del panorama geopolítico internacional.
Por otro lado, China no sólo se enfrenta a los problemas de suministro de recursos, sino que también al transporte de los mismos hasta su punto de destino. Aunque se está negociando la construcción de canalizaciones desde Asia Central hasta China, parece que de momento la forma más viable de transportar los recursos obtenidos es a través de la vía marítima. Teniendo en cuenta que la armada naval china es bastante limitada, este factor puede propiciar una serie de altercados en los principales enclaves de petróleo controlados por China en el Mar de China: estrecho de Malacca o en el de Taiwán o incluso los archipiélagos Paracel y Spratley. Por consiguiente, el juego de China consiste en entablar negociaciones con todos aquellos estados que tengan un papel en estas zonas (entre ellos la ASEAN), no sólo para garantizar la seguridad marítima, sino que además para proteger los propios intereses energéticos del gobierno chino, aunque tal y como afirmaba Porter Goss - director de la CIA- en su presentación ante el Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, el crecimiento militar chino “supone una amenaza para el equilibrio de poder en el Estrecho de Taiwán”[2]. Gracias a estas medidas diplomáticas, China conseguirá su objetivo y quedará asegurada su permanencia en el rol económico internacional. No obstante, China, muy consciente del enorme problema que la persigue dada su falta de recursos, está empezando a trabajar para evitar mayores dificultades en el futuro. Estas acciones se manifiestan en la apuesta por generar nuevas fuentes de energía (como la nuclear), potenciar las existentes (como la hidráulica) o conservar al máximo las reservas efectivas, todo ello controlado por una agencia concebida con este fin. Si se consigue frenar el rápido consumo energético, se podrán mantener por más tiempo unos precios más competitivos de los recursos; se estará velando asimismo para que no acabar con los recursos mundiales actuales.
La alta dependencia de China de otras naciones en cuestión energética, despierta un recelo por parte del gobierno del país, ya que considera que Estados Unidos puede aprovechar esta debilidad para desestabilizar su crecimiento. Sin embargo, es necesario pensar que las dos potencias no deben entrar en conflicto si ambas persiguen los mismos intereses: precios asequibles del petróleo y seguridad en los mares, que contribuirían a una estabilidad internacional necesaria para conseguir una prosperidad económica mundial. Sin embargo, “la cooperación internacional, regional y bilateral entre Beijing y Washington es muy limitada debido a las fuertes sospechas que alberga cada parte sobre la estrategia e intenciones a largo plazo de la otra”[3].
[1]http://www.uofaweb.ualberta.ca/chinainstitute/nav03.cfm?nav03=46531&nav02=43875&nav01=43092
[2] http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/exterior/Nota.asp?nota_id=680245
[3] VILARÓ, M. y BLASCO, A. “Desarrollo industrial y geopolítica china”. Módulo IV-Geografía, Postgrado de Economía y negocios con China, 2006, Ed. IAEU, Barcelona
BIBLIOGRAFÍA
China Internet Information Center, www.china.org.cn
El País, “Japón y China se atascan en el conflicto que les enfrenta por los yacimientos de gas”, 22 de mayo de 2006 (formato papel).
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University of Alberta http://www.uofaweb.ualberta.ca/chinainstitute/nav03.cfm?nav03=46531&nav02=43875&nav01=43092
VV.AA, Geografia física i humana de l’Àsia Oriental, Barcelona, Fundació per a la Universitat Oberta de Catalunya, 2007
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Zweig, David y Jianhai, Bi, “China's Global Hunt for Energy”, Foreign Affairs, Sep/Oct2005, Vol. 84, Issue 5, pp. 25-38.
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