6 de diciembre de 2008

Señores de la Guerra y Kuomintang

El final del siglo XIX está marcado por el debilitamiento de la Dinastía Qing. La derrota china en la Primera Guerra Sino-japonesa (o Guerra Jiawu, 1989-95) tuvo consecuencias muy drásticas, puesto que supuso, además de las pérdidas materiales y humanas, el cese de Taiwán, las Islas Pescadores y la península de Liaodong a manos de los japoneses tras la firma del Tratado de Shimonoseki[1]. Asimismo, el imperio chino tuvo que renunciar al control de los principales puertos y a los países tributarios periféricos[2]; ya no disponían del monopolio en el ejército militar, ni del control de los impuestos; las rentas del gobierno así como los ejércitos locales se financiaban con los impuestos y las gestiones procedentes del comercio local, los nobles terratenientes y la clase mercantil tuvo que unirse, así como los altos funcionarios y el gobierno central que tuvieron que formar alianzas con los dirigentes y cónsules extranjeros.

A fin de aminorar la grave crisis del gobierno manchú, intelectuales y académicos de grandes conocimientos, como Kang Youwei, propusieron una serie de reformas, influenciadas por sus contactos con el exterior. Así pues, la Restauración Tongzhi y la Reforma de los Cien Días proponían cambios a nivel educativo, legislativo, político, económico, militar y tecnológico a fin de dar “un giro radical en la política interna”[3]. Estas reformas, sin embargo, no dieron su fruto porque el gobierno imperial era reacio a aplicar estas nuevas medidas de influencia extranjera con lo que el imperio era cada vez más susceptible de ser atacado por la creciente colonización. Como reacción al avance del poder occidental en el imperio, fue surgiendo un movimiento nacionalista, respaldado por la emperatriz regente Ci Xi, que culminó con la Rebelión de los Bóxers (1898-1901) contra las potencias occidentales y bajo el lema “apoyad a los Qing, acabad con los extranjeros”. La reacción de las potencias no se hizo esperar: aumentaron su presencia militar y atacaron y saquearon numerosas ciudades del imperio. La corte manchú, temerosa del gran peligro que corre, propuso, bajo el entramado político comunista, una serie de medidas modernizadoras que debían llevar al imperio a la abolición de los exámenes funcionariales para dar paso a escuelas modernas, a una nueva estructuración militar y administrativa, así como a mejoras de tipo social.

Incapaz de ver cómo el poder se le escapaba de las manos, la emperatriz regente Ci Xi se suicida y, ante la renuncia al trono de Pu Yi, se pone fin a siglos de dinastía imperial, para dar paso a la Primera República China, tras una revolución que finaliza el 1 de enero de 1912. Sun Yat-Sen es nombrado Presidente, pero apenas un mes y medio después renuncia a su cargo evitando una Guerra Civil como consecuencia del Golpe de Estado llevado a cabo por el jefe de la armada imperial, Yuan Shikai. Si bien en un inicio consiente la formación de un parlamento bicameral, el aumento de influencia del Partido Nacionalista (Kuomintang) era cada vez mayor, con lo que decidió disolver dicho parlamento en 1913 para frenar el poder nacionalista e instauró una monarquía imperial, consigo mismo al frente, originando grandes revueltas en contra del nuevo sistema que acabaría dividiendo al país.

A la muerte de Yuan Shikuai, las disputas entre los gobernadores locales, ambicionados por conseguir el poder supremo, dieron inicio a la etapa de los Señores de la Guerra (1916-1928). Los Señores de la Guerra eran unos caudillos o líderes militares que gobernaban porciones de territorio chino y actuaban de manera independiente los unos de los otros. Principalmente, se puede hablar de dos grupos de Señores de la Guerra en China: los Señores del Norte liderados por generales partidarios de Yuan Shikuai y los Señores del Sur contrarios a la política de éste. Las luchas por la expansión territorial se extendieron desde la muerte de Yuan Shikuai hasta 1918 y habría que esperar hasta 1924 para de de nuevo se avivaran unas disputas entre ambos grupos que cesaron en 1928. Tal y como muestra el Documento 1, “some warlords controlled only a small district or two [como Yan Xishan o Wu Peifu], but the most powerful warlords ruled over two or three provinces [como Feng Yuxiang o Sun Chuanfang]”[4].

Este período tuvo serias consecuencias para el país a todos los niveles. Económicamente, los Señores tuvieron repercusiones en la agricultura (confiscaban herramientas y animales, así como promovían el cultivo de opio -censurado en 1916), en el comercio (bloquearon muchas relaciones comerciales y se impusieron tasas muy elevadas, confiscaron mercancías para su propio uso y falsificaban el papel moneda a su antojo; tenían un control absoluto del transporte -que era militar- y que retrasaba el flujo de mercancías) y en la industria (empresarios obligados a hacerles donaciones de manera que no se podían invertir las ganancias). En términos sociales, este período fue muy nocivo porque la sociedad era explotada por las altísimas tasas impuestas; además las disputas entre ellos provocaban numerosas muertes y aumentaban la miseria de la población, haciendo que muchos pobres se enrolaran en el ejército en busca de alimento y originando grandes protestas entre los estudiantes y los intelectuales (Movimiento de Cuatro de Mayo), así como entre la población en general. Como no existía un gobierno central que marcara el poder, la corrupción y la inestabilidad se instalaron en el país; los pequeños grupos políticos como Partido Comunista, ese “pequeño grupo político fundado en 1921 por unos pocos intelectuales preocupados por organizar y desarrollar la acción obrera”[5], supieron aprovechar la coyuntura para empezar a consolidarse. En este contexto, Sun Yat-sen -exiliado- vuelve a aparecer en el escenario político del país, con el fin de reorganizar al Partido Nacionalista (Kuomintang), tarea que será relegada a Chiang Kai-shek tras la muerte del primero. Es en este momento que Chiang organiza la “Expedición hacia el Norte” para acabar con el poder de los Señores de la Guerra del Norte y volver a unificar el país. Y así fue: como muestras el mapa, partiendo de Cantón, llegó primeramente hasta el Yangtze, para continuar después hasta Shanghai y Nanjing, donde estableció la capital en el 1928 de un nuevo estado mucho más moderno en el que se llevaron a cabo grandes mejoras a nivel económico, político y social[6].

El Kuomintang llevó al país a una gran estabilidad inicial y a una etapa de grandes avances, sin embargo, no toda la población se sentía identificada con la nueva política; Chiang era acusado de ser un reaccionario, un militar de tradición confuciana que establecía alianzas con la burguesía y los ricos terratenientes para ganarse el favor del pueblo. La clase obrera, cada más numerosa y potente por el respaldo del Partido Comunista, consiguió atraer el interés de los campesinos y de los intelectuales, de manera que se generó una Revolución Proletaria que colocaría al Partido Comunista Chino cada vez más cerca del poder y, aunque inicialmente fue derrotado, no tardaría en recuperarse y coger las suficientes fuerzas para derrocar al Kuomintang tras la Guerra Civil (1927-1949). Por eso mismo, cabría pensar que las bases hegemónicas del Partido Nacionalista no fueron lo suficientemente sólidas para aguantar las presiones una sociedad dividida.

[1] Consultar el contenido del Tratado de Shimonoseki en http://www.blogger.com/www.taiwandocuments.org/shimonoseki01.htm%2005/
[2] “No sólo la región del Ili, sino también las Islas Liuqiu (Okinawa), Vietna, Corea y hasta Birmania”. KING FAIRBANK, John (1990). Historia de China: Siglos XIX y XX. Madrid: Alianza, pp. 118-140).
[3] FERNÁNDEZ LOMMEN, Yolanda (2001). China: La construcción de un estado moderno. Madrid: Catarata, pp. 43-53.
[4] WOO, Philip (1980). “The Early Republic and the Warlord Period, 1912-1928 民初軍閥時期” en The Corner of the World. Hong Kong: TK Chung. Disponible en http://www.blogger.com/www.thecorner.org/hist/china/warlords.htm.
[5] GERNET, J. (2005). El mundo chino. Barcelona: Crítica, p. 563.
[6] Democracia constitucional, establecimiento de la política exterior y de la diplomacia, nuevas relaciones con las potencias occidentales, modernización del sistema legal, nueva política monetaria, reforma financiera y bancaria, construcción de nuevas infraestructuras y redes de comunicación, desarrollo de la producción agraria, prohibición del consumo de opio, mejoras en el sistema educativo, unificación de la lengua, exaltación del sentimiento patriótico, etc. FERNÁNDEZ LOMMEN, Yolanda, Op.cit.

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