Genji Monogatari narra las historias de amor del príncipe Genji (principalmente) a lo largo de su vida y de las pericias que debe llevar a cabo para que éstas se consuman. Genji desborda sensibilidad ["hasta ahora nadie me había odiado, es más de lo que puedo soportar" (pág. 67), "vuestra actitud severa y distante me es muy penosa" (pág. 174), "afligido por el alejamiento de Rokujo" (pág. 230), "desconsolado ante el rechazo de Aoi" (pág. 233)...] y todas las historias de amor que le suceden están impregnadas de gran sentimentalismo y ternura ["la quiero más de lo que pueda quererla su padre" (pág. 145), "¿si yo no os amase mucho, os cuidaría así?" (pág. 152), “con qué paciencia y ternura la hubiera cortejado" (pág. 175)], hasta tal punto que, a menudo, no se esconde en demostrar la pena que siente "la rara semejanza de la niña con su tía Fujitsubo le hizo llorar" (pág. 121) y que le lleva, en ocasiones, a presentar su lado más infantil "dándose cuenta brutalmente del terrible desastre que le había sucedido, estalló en violentos sollozos" (pág. 100). Cabe subrayar su espíritu compasivo "compadecido a causa de su madura edad" (pág. 201) y la piedad que le caracterizan "la piedad hizo lo demás: continuaría con las decepcionantes entrevistas (...) haciéndola objeto de mil bondades" (pág. 177). Genji es un personaje muy enamoradizo y, es que, su afán por descubrir detalles interesantes de las vidas de aquellas que se cruzan en su camino "se tomó tanto interés por ella que daba a entender que estaba intensamente enamorado" (pág. 213), así como la prontitud con la que manifiesta caer rendido bajo los encantos de todas ellas "muy pronto avivose el amor que Genji experimentaba por la dama" (pág. 88), así lo demuestran. Cierto es que en la mayoría de situaciones que le acontecen Genji actúa de manera romántica "¿no es este el presagio de que nuestro amor durará a través de todas nuestras vidas por llegar?" (pág. 92) y apasionada "venid a mí, amor mío" (pág. 98), porque en realidad "Genji no tenía carácter para olvidar jamás a aquellas que una sola vez le habían enamorado" (pág. 157), como bien se evidencia a largo de todo el libro. Así pues, podría decirse que el amor en todas sus manifestaciones es el tema principal de la obra. Cabe destacar que la autora concede gran importancia (ya que recurre en varias ocasiones) al sufrimiento que genera este sentimiento y no sólo a sus satisfacciones: el amor perdido o no correspondido puede desembocar en enfermedad ["vuestra despreciativa actitud inflige sufrimientos a la pobre dama" (pág. 170), "la princesa Aoi se encontraba extrañamente enferma" (pág. 231), "Rokujo, de una manera vaga, indefinida, estuvo en verdad enferma" (pág. 235), "Genji cayó en una apatía y desesperación sin límites" (pág. 240)] e incluso puede llegar a matar (Aoi).
Genji, ya desde su edad más temprana, es presentado como un niño de "belleza sin igual" (pág. 23), de maneras tímidas y graciosas y con gran facilidad para el estudio; tiene, como se le manifiesta a su padre, el Emperador, "todos los signos de quien puede convertirse en Padre del Estado" (pág. 25). Su belleza es recalcada durante todo el libro, como una de las características que más le distinguen "era tan bello que le llamaban Hikaru Genji" (pág.27), "poseía una adorable belleza" (pág.95), "la belleza y la frescor del rostro de Genji..." (pág. 173).
Genji, además, posee una serie de cualidades que hacen de él un personaje encantador, si bien, la autora también insiste en resaltar sus mayores defectos. El hecho de haber sido educado en el ambiente de la Corte, le ha convertido en un ser elegante, refinado y de gustos exquisitos, como lo demuestran la elección de sus vestimentas "muy distinto de los magníficos vestidos usados por Genji en más felices días" (pág. 245), las apreciaciones sobre la caligrafía o la capacidad intelectual de los demás "incapaz de soportar tanta cortedad en la expresión" (pág. 175) o la misma veneración por las mujeres hermosas "su perfecta belleza sin mácula era tal que no cesaba de provocar la admiración del príncipe" (pág. 187); sin embargo, tal y como manifiesta la autora, "todo lo que era fantástico o grotesco, ya fuera en las situaciones, ya en los personajes, poseía siempre para él un gran atractivo" (pág. 119) y para entender esta afirmación no hay más que recordar algunas de sus amantes "dióse cuenta de su principal defecto: la nariz" (pág. 173), "Utsusemi había estado lejos de parecerle bella" (pág. 177), "¡pobre mujer! Es fea de veras" (pág. 181).
Son curiosas algunas de las contradicciones que definen la personalidad de Genji. En repetidas ocasiones se remarca su racionalidad "por qué no divertirme jugando con la chiquilla en lugar de pasar el tiempo al lado de alguien desagradable" (pág. 181) y su capacidad de ser consciente de que su forma de obrar no es siempre la correcta "sabe que los celos de su mujer tienen fundamento" (pág. 96) y "los reproches (...) sobre sus aventuras no eran injustamente merecidos" (pág. 222). Estos factores le conducen a comportarse prudentemente "se acostumbró a obrar con extremada prudencia" (pág. 31) y de manera precavida "temiendo que los que ignoraban todo aquello pudiesen interpretar falsamente estas frecuentes visitas (...) se contuvo" (pág. 148) y, es a raíz de esta actitud, que aparece el "secretismo" con el que se llevan a cabo todos los encuentros amorosos del príncipe, el cual "siempre sale de noche por temor a despertar rumores" (pág. 157) y "cuidadosamente disfrazado" (pág. 160). Sin embargo, "lleva a cabo sus investigaciones" (pág. 82), dada la curiosidad que despiertan en él las historias de las damas que le interesan, ya que "desconocía su rostro [de la dama] y estaba decidido a conocerlo" (pág. 214) e "incapaz por más tiempo de aguantar su curiosidad, empujó la puerta sin dificultad" (pág. 168), mostrando su faceta más irreflexiva e imprudente. Una vez consigue sus objetivos, teniendo en cuenta que "sus pensamientos se niegan a obedecerle" (pág. 67), "se toma tantos trabajos para estar con la dama" (pág. 95) que saca su lado más impulsivo y "no puede resistirse aun a pesar de los consejos de su razón" (pág. 107), olvidando todo protocolo. Finalmente, "la falta de discreción deplorable por parte de Genji al llevar a cabo sus escapadas y su ligereza sin freno eran conocidas por todos" (pág. 223).
Asimismo, podemos ver a un Genji en ocasiones algo desdeñoso (la actitud con su esposa Aoi o con O-Chu), descortés "no podía dejar de mirarla [la horrible nariz de la dama]" (pág. 173) e incluso cruel "la burla [hacia la "princesa azafrán"] era en extremo cruel" (pág. 178). Puede llegar a resultar vanidoso "tenía tanta vanidad como para creer que a Kurodo no le importara que él ya hubiera despojado antes a su amada" (pág. 111) y manipulador "cuando la niña se convirtiera en su pupila, podría manejar sus gustos, todavía indecisos, a los suyos propios" (pág. 124). A pesar de ello, es más bien su faceta de hombre educado y cortés "temo que sea demasiado injusto accediendo a ocupar parte de vuestro sitio" (pág. 229) y su carácter respetuoso "llegado el momento oportuno, llamó a la puerta" (pág. 173) y considerado "estimo muy amable por su parte habérmela destinado [la capa]" (pág. 178) lo que más destaca en su personalidad.
No podemos olvidar que Genji es un hombre casado y su "ligereza" en cuanto a sus "amistades" y "entrevistas" con otras damas "sólo le proporcionaban gran aflicción" (pág. 114). Las palabras de su amigo Chujo "temo que algún día estas expediciones clandestinas os traigan consigo algo desagradable" (pág. 162) son claramente premonitorias de lo que le sucederá en un futuro: Genji "fatigado ya de las susceptibilidades, celos y recelos de la otra [Aoi, su esposa], por un tiempo dejaría de verla" (pág. 96); "la princesa, tanto se atormentó por esta causa que cayó seriamente enferma" (pág. 192) y "su estado se hizo desesperado" (pág. 239) hasta que "toda señal de vida cesó" (pág. 240). Sumido en un enorme estado de culpabilidad "un amargo remordimiento llenaba ahora su corazón" (pág. 241), Genji comprendió entonces que "en lo porvenir debía abstenerse de considerar todo aquello [amantes] como un verdadero refugio" (pág. 256).
Es muy interesante reflejar los paralelismos que se establecen entre Genji y su padre, el Emperador, ya que parece que los acontecimientos importantes en la vida del segundo, se reproducen con gran similitud en la vida del primero. Así, por ejemplo, ambos deben pasar por la terrible experiencia de perder a sus respectiva amadas (padre, a Kiritsubo e hijo, a Yugao y a Fujitsubo) y están condenados a seguir viviendo con sus recuerdos, hasta tal punto que "la vida se convierte [para el Emperador] en una pesada carga" (pág. 27) y Genji "se sintió tan desesperado, cansado de la vida y de sus miserias que pensó en pronunciar los votos de los bonzos" (pág. 242). También los dos, en un momento determinado de sus vidas deciden "adoptar" a una niña que se encuentra desamparada (padre, a Fujitsubo e hijo, a Murasaki). Finalmente, ambos comparten el hecho de haber engendrado un hijo ilegítimo con sus respectivas amantes; parece que la historia se repite.
El estilo literario que adopta Murasaki Shikibu es muy peculiar. Si bien toda la historia está narrada combinando los diálogos de los personajes con la explicación de manera indirecta de los sucesos, en momentos puntuales de la obra la autora hace una aportación directa, una pequeña intervención como si intentara recalcar algún aspecto concreto o como si mantuviera un diálogo directo con el lector "si se continuaran describiendo todas las perfecciones de este pequeño personaje, no tardarían en cansar" (pág. 24), "una extensa carta acompañaba al poema que, por no tener un especial interés, se omite aquí" (pág. 113), "de todas formas sé que se me considerará una cronista de escándalos, pero no puedo evitarlo..." (pág. 114), "veremos en el próximo capítulo cuanto le sucedió" (pág. 182)...
A través de un personaje con una compleja riqueza psicológica, Murasaki Shikibu logra una novela que supone un retrato muy fidedigno de la realidad social de su época (aproximadamente el año 1000), basándose especialmente en la vida que rodeaba a la Corte Imperial de la era Heian y a todos los que en ella vivían: desde el mismo Emperador, hasta los príncipes, pasando por las concubinas o sus sirvientas. Fruto de la minuciosa observación de su ambiente, consigue describir muy detalladamente aspectos como las vestimentas, las habitaciones de las casas y sus decoraciones o algunos utensilios típicos, consiguiendo trasladar al lector a la época en la que se desarrolla la acción. La importancia concedida a la caligrafía, así como a los poemas y a la expresión acurada de los personajes ayudan a crear un clima favorecedor para situar la obra en una era de gran explosión cultural para Japón.
SOBRE LA AUTORA
De Murasaki Shikibu no sólo hay que resaltar su minuciosa capacidad de observación de la sociedad de su época, que tan brillantemente transmite en el Genji Monogatari, sino que también cabe destacar su habilidad poética, que si bien en el Genji ya se pueden degustar algunas de sus creaciones, no es hasta que escribió una colección de poemas que fue considerada uno de los “Treinta y seis grandes poetas”. Además de La novela de Genji, Murasaki Shikibu es la creadora de El Diario de Murasaki Shikibu, en el que narra las historias de la Corte Imperial durante los años 1008 y 1010, y en el que plasma los problemas que acontecían durante la época Heian como la falsedad y la hipocresía de la aristocracia, las tradiciones machistas y las desgracias vividas por los personajes femeninos víctimas de una sociedad poligámica.
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