SINOPSIS Zatoichi es un aparente masajista ciego que, guiado por su bastón, se dedica a llevar una vida errante. Sin embargo, se trata de un rōnin extraordinario que, acompañado por su espada, llega a una pequeña ciudad sometida a las rivalidades entre dos bandas: Ginzo y Funahachi. Zatoichi se cruza con una serie de personajes que mantienen diferentes relaciones con los Ginzo, lo que hace que acabe viéndose relacionado indirectamente con la banda, hasta el punto que es el rōnin quien se convierte en el exterminador justiciero, en el liberador de las opresiones de los malvados. Zatoichi es un catalizador para que los personajes solucionen sus problemas. Así pues, tres historias paralelas se van desarrollando a lo largo de la película: Shinkichi se encuentra con Zatoichi en una de las casas de juego de la ciudad. Su adicción a los dados le lleva a tener problemas de dinero con la banda dominante (Ginzo); la inestimable intervención de su compañero de juego, Zatoichi, hace que sus apuros desaparezcan. Asimismo, los hermanos Osei y Okuni, que han consagrado su vida a perseguir a los matones (Ginzo) que acabaron con la vida de toda su familia, encuentran la venganza gracias a la ayuda del temible masajista que lucha con ellos por lo que él considera una causa justa. Finalmente, se encuentra con Hattori, un antológico samurái al servicio de los Ginzo, con el que Zatoichi establece una relación de admiración-respeto que llega a su fin cuando el rōnin se ve obligado a darle muerte para salvar su vida. Con la aniquilación del jefe del clan Ginzo, llega la felicidad de todos los ciudadanos y la felicidad les reúne a todos a excepción de Zatoichi. Durante su marcha se produce la mayor de las paradojas: si bien su ceguera le convierte en el más clarividente de los guerreros, sus agudos sentidos no pueden impedir que tropiece con una piedra del camino.
GUIÓN ORIGINAL
Esta película de Takeshi Kitano no es un guión original. Zatoichi es uno de los héroes japoneses más célebres, gracias a las historias narradas en el pasado por Kan Shimozawa, quien dio vida a un masajista ciego que manejaba la espada como ningún otro guerrero de su época. Pero estas historias datan de hace más de diez años en Japón, con lo que es posible que muchos jóvenes de hoy en día no le conozcan; por este motivo, y según las palabras del propio Kitano, "desearía que mi película les brindara la oportunidad de conocerle" y accedió a las propuestas recibidas para adaptar las antiguas versiones de este personaje a la suya propia. De hecho, del personaje principal, lo único que conserva es su nombre, su oficio de masajista errante y su excepcional manejo de la katana. Sin embargo, Kitano quiso aportar ese toque de originalidad que tanto caracteriza a sus producciones y con sus pericias técnicas creó un Zatoichi nuevo tanto física como psicológicamente: "todo lo demás debía de ser fruto de mi propia creatividad" (T.Kitano). No se limita a seguir las mismas normas que en el guión original o simplemente a adaptar los primeros textos en la búsqueda de su equivalencia fílmica. Lo que importaba era el tema, que era el que contenía el espíritu de lo que deseaba explicar, y el personaje principal, si bien lo somete a varias transformaciones. Zatoichi es presentado como un tipo excéntrico; de hecho el color rubio platino de su cabello así lo demuestra, y además aporta cierta modernidad a una época muy tradicional. En esta versión, el rōnin es independiente, tiene una personalidad taciturna y siempre actúa en solitario, a pesar de sus encuentros con los diferentes personajes. Escucha los problemas de sus nuevos compañeros e incluso está dispuesto a ayudarles a solventar sus problemas con las bandas dominantes de la ciudad. No obstante, mantiene una cierta distancia con ellos; en ningún momento explica nada acerca de su vida y en ningún caso se muestra como un personaje sensible: simplemente, se limita a hacer justicia y/o a defenderse de los ataques de los demás guerreros.
Su forma se luchar también es peculiar. Su manera de sujetar la espada y su manejo están muy mejorados con respecto a las antiguas versiones, además de que el color de la misma también cambia (la funda es de color rojo, mucho más visual y llamativo que el marrón de las anteriores). Representa un ejemplo de feroz instinto de supervivencia.
Los toques de humor que Kitano introduce durante la película también suponen una novedad. Aunque algunas escenas no tienen nada de cómicas, el director introduce ciertos apuntes humorísticos (desenvainar la espada ante un ataque y herir en un brazo a su propio compañero de clan) o personajes (Shinkichi o Ogi) que rozan lo absurdo y restan importancia o severidad a las imágenes que preceden.
Otra de las aportaciones de Kitano a destacar es el uso del baile o de los sonidos de ambiente para seguir la música (escena de los labradores o de los niños chapoteando con el barro), que dan un aire original y divertido a la película.
Cabe nombrar también el uso de las técnicas informáticas, a las cuales el director recurre para plasmar las escenas más sangrientas.
Así pues, vemos que a pesar de que esté basada en otras historias del mismo héroe, en esta ocasión se trata de una versión totalmente innovadora que ha hecho que este clásico vuelva a estar de moda, pero con una concepción bastante diferente; además, la película ha despuntado en su género y ha contribuido a la creación de una nueva generación de películas de samuráis.
SAMURÁI Y RŌNIN
“Samurái”( 侍) es el término comúnmente utilizado para referirse a los guerreros de Japón, sin embargo, abarca una realidad mucho más amplia.
Los orígenes del samurái se encuentran en el período Heian; “saburai” (servidor) era el nombre con el que se designaba a los guardias del palacio imperial que estaban al servicio de un señor que les proveía de armas a cambio de defensa. A finales del siglo VIII, con su afán de expansión territorial, el emperador Kammu envió a los soldados imperiales a luchar con las tropas enemigas, pero fracasaron dada su poca preparación para desempeñar esta función. El emperador decidió proclamarse “shōgun” 将軍 (gran general) y empezó a delegar poder a los clanes regionales o daimyō (大名). Estos clanes nacieron con los grupos de granjeros que se unieron para luchar contra la tiranía de los gobernadores de sus tierras. Gracias a sus severos entrenamientos, se convirtieron en expertos guerreros y fueron adoptados como las nuevas tropas imperiales en detrimento de las ya existentes. Estos guerreros se unieron y formaron los clanes regionales, que giraban en torno a la autoridad de un jefe de clan o “tōryō” (頭領). La mayoría de estos jefes regionales eran vasallos (gokenin, 御家人) de los shogun. Muchos de estos guerreros vivían en aldeas y administraban sus tierras mientras se adiestraban en las artes militares, dispuestos siempre a servir a sus jefes en el campo de batalla. Si bien en un principio, se encargaban de someter a los rebeldes que se sublevaban, muy hábilmente supieron ir amasando el poder suficiente para derrocar a la autoridad imperial y formar su propia forma de gobierno; es lo que se conoce como la etapa de hegemonía samurái. Los clanes de samuráis se convirtieron en los guerreros de la nobleza, de manera que con el contacto con ésta les llevó a adoptar sus aficiones como la caligrafía, la música o la poesía; esta influencia hizo que a finales se adaptaran muy bien a la corte, hasta que finalmente abandonaron sus tareas militares para gestionar las tareas administrativas de los daimyō.
De entre las costumbres que más han trascendido de los samuráis podemos encontrar sus magníficas habilidades con la “katana” (刀); aunque en sus inicios utilizaban el arco en las batallas y muy posteriormente (y por influencia europea) las armas de fuego, los samuráis son famosos por el arte de luchar y de manejar sus espadas, aunque para ellos se trataba más de un símbolo de estatus o de poder.
Se regían por un código ético muy estricto, el bushidō (武士道 ), que era la base de la filosofía samurái y que les instruía en aspectos como la lealtad, la valentía, la fidelidad o el honor. Si se daba el caso de la pérdida de este último, estaba movidos por la obligación moral de practicar el “seppuku” (切腹) o suicidio por honor que consistía en un suicidio ritual por desentrañamiento.
Es sabido que el budismo Zen tuvo gran influencia en la clase samurái; exigía una enorme disciplina y concentración, a través de la cuales se podía alcanzar el “satori”(悟り) o iluminación. Llegó a encandilar a los samuráis, que lo practicaban para superar el reto de tener que afrontarse a la muerte constantemente y conseguir apaciguar sus mentes.
Las vestimentas de los samuráis también eran muy peculiares. En función de la estación del año o del período al que pertenecieran, los trajes fueron variando, pero la pieza básica, el kimono, seguía siendo insustituible. Éste era atado a la cintura por un “obi” (cinturón) que servía a la vez de sujeción a la katana. Calzaban “geta” o zuecos de madera y sus peinados constituían una parte importante de su apariencia; los más comunes eran las coletas anudadas a lo alto de la cabeza o la rasuración de la parte superior de la cabeza, como si tratara de una prolongación de la frente.
No era habitual que los samuráis contrajeran matrimonio, dada la falta de tiempo y de oportunidades para dedicarse a esta labor. Sin embargo, los que sí estaban casados era porque guerreros de rango superior a la suya así lo arreglaban para que se juntaran con mujeres pertenecientes a familias de samuráis. La principal obligación de estas mujeres consistía en manejar a la perfección todos los asuntos del hogar y para ello eran educadas ya desde pequeñas con mucha disciplina. El samurái tenía derecho a tener amantes (siempre bajo la supervisión de los guerreros de rango superior) e incluso de desechar a sus mujeres, aunque el divorcio era una práctica que raramente se llevaba a cabo. Asimismo, son conocidas las relaciones pederastas mantenidas por los samuráis, aunque para la sociedad samurái eran prácticas honorables y muy importantes.
Los rōnin (浪人) eran los samuráis que no pertenecían a ningún daymiō y que, por lo tanto, no tenían amo. Durante la época feudal había algunos clanes que perdían a sus amos porque se arruinaban o porque caían en alguna lucha. Otras veces, había samuráis que eran expulsados de los clanes por algún motivo que hubiera contrariado al jefe de la banda. Cuando alguna de estas situaciones se daba el samurái se convertía en “huérfano” y no tenía más remedio que partir y llevar una vida errante, a la espera de poder encontrar algún clan a quien poder proteger y que estuviera dispuesto a “adoptarle”, aunque raramente sucedía. Si un rōnin conseguía entrar en un daimyō y jurarle lealtad se convertía inmediatamente en un auténtico samurái. Cuando los rōnin no conseguían entrar al servicio de un clan, sólo les quedaba la opción de dedicarse a tareas de mercenario, guardaespaldas, maestros de esgrima o simplemente a vagabundear, ya que al no poseer tierras, debía ganarse su sustento, pues no es concebible para un samurái el vivir del diezmo recibido.
En la película Zatoichi esta figura está representada por el propio Zatoichi (samurái-masajista errante) y por Hattori, el guardaespaldas de la banda Ginzo.
PERÍODO DE HEGEMONÍA SAMURÁI
Si bien los orígenes del samurái se encuentran en el siglo VIII, el comienzo de la supremacía guerrera no llega hasta la época del gobierno shogunal, a finales del siglo XII (período Kamakura 1185-1333); la presencia de la clase guerrera samurái perdura durante siete siglos, hasta el período Edo (1600-1868). Por lo tanto, estamos antes una etapa de la historia muy amplia, a través de la cual se van desarrollando varios períodos con sus respectivos hechos históricos y características:
KAMAKURA (1185-1333)
Shogunato Minamoto
EDO (1600-1868)
Shogunato Tokugawa
MOMOYAMA (1573-1600)
Shogunato Nobunaga + Hideyoshi
MUROMACHI (1333-1573)
Shogunato Ashikaga
A partir de la época Kamakura, la estructura política, social y cultural de Japón sufrió enormes transformaciones y es que, con la clase samurái al poder, todos estos aspectos se vieron enormemente influenciados por sus costumbres.
· ASPECTOS CULTURALES
Es en el siglo XIV que Kyoto revive como centro comercial y cultural. Éste es el período más fructífero de la historia de Japón. El desarrollo cultural de esta época viene marcado por dos aspectos: la influencia samurái y la influencia del budismo Zen. Así pues, éste es el período en el que los señores feudales hacen construir voluptuosos castillos a modo de fortalezas (Castillo Azuchi), pero también es cuando se edifican templos majestuosos como el Pabellón de Oro, con grandes rasgos de budismo Zen. De la misma manera, aparece la fabricación de katanas como una importante profesión, muy útil para los samurái, pero también florece el arte de la cerámica como consecuencia del auge de la ceremonia del té (como medio de búsqueda de la estética Zen). Se escriben relatos bélicos sobre la lucha por el poder de los clanes, aunque éste es también el período de la poesía (Sōgi) y de los haiku (Bashō), breves meditaciones de carácter budista Zen. El refinamiento y la sencillez del teatro Noh (XIV) y el Kabuki y Bunraku (finales XVI) son otras manifestaciones marcadas por la nueva estética. Asimismo, tienen un fuerte desarrollo en esta época el ikebana (arreglo floral) y el ukiyo-e (pinturas del mundo flotante), siempre siguiendo el pensamiento Zen.
· ASPECTOS RELIGIOSOS
El budismo es sin duda la religión que marca este período. A pesar de ello, el pensamiento religioso va evolucionando en tres etapas. La primera, durante la época Kamakura, en la que el budismo desarrolla nuevas escuelas de pensamiento y nuevas doctrinas (escuela de la Verdad de la Tierra Pura o el Nichiren). Es en la segunda etapa, Muromachi y Momoyama, en la que arraiga la vertiente Zen sobre todo entre la clase samurái y que, rápidamente, alcanza una gran influencia en todos los aspectos culturales de la época, que se extienden hasta la actualidad. Durante esta segunda etapa, llega el cristianismo al país de la mano de San Francisco Javier; tiene una buena aceptación especialmente entre 1549-1639, si bien en 1609 se convierte en una religión prohibida. La tercera etapa, Tokugawa, es característica porque el neoconfucianismo y el sentimiento de superioridad que promulga (muy conveniente al sistema de gobierno de la época) se convierten en la filosofía ortodoxa del país. Sin embargo, hay un resurgimiento del sintoísmo que culmina con la creación de la Escuela del Aprendizaje Nacional.
· ASPECTOS SOCIO-ECONÓMICOS
La división del país en multitud de dominios feudales gobernados por los daimyō favoreció a empeorar la situación de los campesinos. Cierto es que en cierto momento los campesinos gozaron de una pizca de libertad que les permitió comprar sus propios terrenos. No obstante, el ritmo de vida despilfarrador que llevaban a cabo los daimyō y los samuráis, así como la presión económica derivada del aumento del coste de vida, hicieron que las clases dirigentes sufrieran dificultades económicas importantes que intentaron sufragar con el aumento desmesurado de impuestos a los campesinos. Esta situación se convirtió en insostenible para muchos y les llevaron a cometer actos terribles para sobrevivir (infanticidios, abortos, prostitución…).
La fuerza física y el valor militar eran dos requisitos indispensables para poder llevar una vida holgada. Con ello, la situación de las mujeres se vio muy debilitada y, con la pérdida de sus derechos, se la relegó a una posición inferior a la de los hombres; en la mayoría de los casos eran tratadas como esclavas. Esta etapa es característica también por el auge que vivieron algunas ciudades; algunas incluso llegaron a convertirse en importantes centros comerciales. La educación adquirió cierta importancia durante esta época, ya que es cuando las escuelas se convierten en instituciones docentes.
· CONTEXTUALIZACIÓN DE ZATOICHI
Existen una serie de factores que me hacen situar la película Zatoichi durante el período Edo, por lo tanto, a finales de la etapa de la historia de hegemonía samurái.
Si nos basamos en los aspectos técnicos de la película, deducimos que Zatoichi es una de estas películas pertenecientes al género “jidaigeki” (時代劇), literalmente “período de drama”; este período suele asociarse con la época Edo de la historia de Japón. Todas las películas de este género comparten una serie de características, muchas de ellas muy presente en esta producción de Kitano. Por ejemplo, encontramos que es muy usual que narren las aventuras de un personaje errante. Zatoichi es un rōnin y, como tal, anda de una parte a otra sin asiento fijo. La posición social de los protagonistas es un aspecto importante para identificar las jidaigeki. Zatoichi es masajista, profesión muy habitual entre las personas ciegas de la época; Hattori se ve obligado a recurrir al trabajo de guardaespaldas para incrementar sus ingresos económicos y poder proporcionar un tratamiento médico a su esposa enferma. El hecho de tener que buscar una faena extra es muy recurrente en estas películas. Es necesario que antes de que concluya la cinta el protagonista muestre sus dotes de samurái ante “el malo” y salga vencedor. La lucha entre Zatoichi y Hattori sucede pocos minutos del final. Durante las luchas que se muestran a lo largo de la película, “los malos” nunca atacan al mismo tiempo al protagonista, como si cada uno esperara su turno para ser derrotado. En este punto también coincide “Zatoichi”.
Si nos fijamos en algunos detalles, podemos asimismo deducir que se trata de esta época. El arma utilizada durante todas las luchas es la katana o los puñales y no el arco, que fue el arma característica de principios de la época de los samuráis. Durante el enfrentamiento entre las geishas y la banda Ginzo, Ogi empuña un arma de fuego. Este tipo de armas sólo empezó a introducirse en Japón a mediados del siglo XVI con la influencia europea; Hattori es un claro ejemplo de las dificultades económicas que sufrieron algunos samuráis en la época Edo que, como ya hemos visto, deben recurrir a trabajos extra. Además, lleva bigote; dejarse crecer el bello facial era un símbolo de distinción durante el período Edo.
La abundancia de los barrios de burdeles y las casas de té son típicas del período Tokugawa.
COMPARATIVA CON EL PERÍODO HEIAN

El entorno político de la era heiana está marcado por la descentralización llevada a cabo por el poder imperial. Las tareas administrativas de la periferia fueron delegadas a manos de regentes imperiales, cuyo poder fue acrecentándose con la adquisición de los shōen o latifundios. La fuerte presión de los gobernadores locales acabó debilitando las fuerzas del orden y el poder militar de la corte y marcó el inicio de la decadencia del poder imperial que más tarde daría paso a un gobierno ejecutado por estos regentes.
La base económica del país era la agricultura (principalmente del arroz), la cual durante este período se vio beneficiada con grandes novedades que impulsaron un gran crecimiento de este sector. Sin embargo, el fuerte control por parte de los clanes regionales restringían la libertad de movimiento de los campesinos; del mismo modo, los grupos artesanales también estaban oprimidos por los gobernadores locales.
El papel de la mujer en esta época fue crucial; la mujer no sólo era la cabeza de familia sino que además la sociedad se movía según el sistema matriarcal; incluso en las familias imperiales, a veces, ocupaban el trono. El esposo vivía separado de su familia y la poligamia y los matrimonios consanguíneos estaban a la orden del día.
El Emperador ejercía un papel religioso que estaba respaldado por el pensamiento sintoísta, muy arraigado en la época; conceptos como la vida y/o la muerte se explicaban gracias a la filosofía sintoísta. No obstante, fue durante esta etapa heiana que el budismo empezó a proliferar (especialmente entre las clases altas); aparecieron nuevas sectas como la Tendai (Plataforma Celestial) o la Shingon (Palabra Verdadera). En un intento de conciliación de budismo y sintoísmo nació el Sintoísmo Dual.
La corte heiana propició el florecimiento cultural e intelectual del país. Las manifestaciones artísticas contenían una fuerte dosis de influencia china, como lo demuestra el auge del arte de la caligrafía, muy desarrollada en esta época, en la que la sensibilidad y la apariencia era sumamente importante; este factor dio origen al nacimiento de un lenguaje muy cuidado, repleto de términos respetuosos y muy educados, el “keigo” 敬語. Pero, a pesar de que la cultura china estuviera muy presente en las nuevas creaciones, en literatura, también hubo artistas que consiguieron aportar su toque de innovación, como lo evidencian el Man’yōshū o el Genji Monogatari, cargados de enorme efecto estético; también son de esta época los “waka” o poemas de 31 sílabas y los yamato-e, pinturas de escenas de la vida cotidiana japonesa. La arquitectura tomó un aire innovador; la influencia budista hizo que se masificara la construcción de monasterios muy adornados, e incluso las casas adquirieron formas peculiares y agregaron nuevos elementos (como las puertas correderas).
BIBLIOGRAFÍA
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MIKISO, Hane: Breve Historia de Japón, Madrid, Alianza Editorial, 2003
STANLEY-BAKER, Joan: Arte Japonés, London, Thames and Hudson Ltd, 2000
Atlas de Japón, Barcelona, Ediciones Folio, 1995